Luna y el Juego de la Amistad



Había una vez, en un pequeño barrio lleno de risas y juegos, una niña llamada Luna. Tenía una sonrisa radiante, ojos brillantes como estrellas y una energía que iluminaba a todos a su alrededor. Todos los niños del barrio eran sus amigos, y juntos jugaban en el parque todos los días. Hacían carreras de sacos, construían castillos de arena y organizaban picnics con galletitas y jugo de naranja.

Un día, mientras jugaban, Luna tuvo una idea brillante:

"¡Chicos! ¿Por qué no hacemos un gran juego para todos? Vamos a invitar a todos los niños y niñas del barrio para que se unan a nosotros. ¡Será el mejor día de todos!"

Todos los niños aclamaron con entusiasmo.

"¡SÍ! ¡Vamos a hacerlo!" - dijeron mientras aplaudían y saltaban de alegría.

Luna corrió a su casa y preparó un hermoso cartel para invitar a todos. Cuando regresó al parque, se sorprendió al ver que algo no andaba bien. Había un grupo de niños en la esquina, con caras tristes. Se acercó y les preguntó:

"¿Por qué están tan triste?"

Uno de ellos, un niño llamado Tomás, le respondió:

"No podemos jugar. Nadie quiere jugar con nosotros. Siempre nos excluyen, y eso no está bien."

Luna sintió un nudo en el estómago. Sabía que exclusion era algo terrible. Se le ocurrió una idea maravillosa:

"¡Chicos! Vamos a incluir a todos, incluso a quienes se sienten solos. El juego de la amistad será para todos, sin excepciones!"

Los otros niños asintieron, aunque algunos estaban dudosos.

- “Pero, ¿y si no quieren unirse? ” - preguntó una niña llamada Valentina.

- “¡Entonces les mostraremos lo divertido que es jugar juntos! ” - exclamó Luna con firmeza.

Así que comenzaron a preparar su gran día. Al siguiente día, con el parque decorado y las banderitas ondeando al viento, Luna tomó el micrófono que habían improvisado con una caja de cartón:

"¡Hola a todos! ¡Bienvenidos al juego de la amistad! No importa quiénes sean o con quién jueguen, ¡hoy somos todos amigos!"

Los niños observaban curiosos. Poco a poco empezaron a acercarse. Luna sonrió al ver eso y continuó:

"¡Empecemos con el primer juego! Todos juntos, ¡a formar equipos!"

A medida que el juego avanzaba, Luna podía ver a los niños que se habían sentido excluidos participando y riendo. Tomás y Valentina, junto a otros nuevos amigos, estaban disfrutando como nunca antes. Sin embargo, en un momento, Luna notó que un niño, Néstor, seguía apartado, sin unirse a nadie.

"¡Néstor! Vení, estamos jugando!" - lo llamó Luna, con una sonrisa.

-Néstor miró un poco tímido y respondió:

"No sé jugar, tengo miedo de hacerlo mal…"

-Luna se acercó y se agachó a su altura.

- “Está bien no saber. Lo importante es intentarlo y divertirse. Todos pueden aprender juntos. ¡Vení, yo te muestro! ”

Así, Luna tomó la mano de Néstor y lo llevó al grupo. Le enseñó las reglas del juego, ayudándolo a sentirse más cómodo. Pronto Néstor estaba sonriendo y riendo junto a los demás. Los niños todos contentos se dieron cuenta de que con cada nuevo participante, la diversión crecía.

El evento fue un gran éxito y todos jugaron juntos hasta que el sol se puso. Al final del día, Luna miraba a su alrededor, sintiendo el calor de la amistad alrededor.

- “¿Ven lo divertido que es jugar todos juntos? ” - le preguntó a sus amigos.

Los demás asentían con sonrisas de oreja a oreja.

- “Hicimos una gran familia hoy. Esto es lo que significa la amistad. Nadie debe quedar afuera.” - dijo Luna, feliz.

Todos acordaron que debían hacer esto más seguido. Así, cada semana, los niños del barrio se reunían para jugar juntos, invitando a todos, sin importar si eran nuevos o diferentes. Luna había creado un lazo fuerte entre todos ellos, demostrando que la amistad se construye con inclusión, respeto y alegría.

Cuando alguien se sentía alone, los demás siempre estaban ahí para invitarlo, porque cada niño y niña en el jardín del barrio ahora sabía que ser amigos significaba cuidarse y hacer que todos se sintieran bienvenidos. A través de Luna, habían aprendido lo valioso de compartir y de jugar juntos, convirtiéndose en un equipo imparables donde todos eran importantes, cada uno especial.

Y así, en aquel pequeño barrio lleno de risas, la amistad floreció, convirtiendo cada día en una celebración de juegos y sonrisas, y todo gracias a la pequeña Luna.

FIN.

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