Luna y el Misterio de la Montaña Brillante
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Luna. Luna era curiosa y siempre estaba buscando aventuras. Tenía el pelo rizado y un lazo rojo que siempre llevaba en su cabeza. Le encantaba explorar los alrededores de su pueblo y escuchar las historias de los ancianos sobre los tesoros ocultos de la montaña que se alzaba majestuosamente al norte.
Un día, mientras escuchaba a la abuela Clara contar historias junto al fuego, escuchó algo que le llamó la atención.
"Pero abuela, ¿es cierto que hay un tesoro escondido en la montaña?" - preguntó Luna, con grandes ojos brillantes.
"Oh, querida, muchísimos han querido encontrarlo, pero hay quienes dicen que solo los valientes y honestos pueden llegar a donde está" - respondió la abuela, intrigante.
Decidida a comprobarlo, Luna partió a la montaña al día siguiente, llevando con ella una mochila con agua, una linterna y, por supuesto, su diario para anotar todo lo que encontrara en su aventura. Al llegar a la base de la montaña, miró hacia arriba, donde las nubes parecían tocar las cimas. Se sentía llena de emoción.
A medida que subía, encontró un camino cubierto de flores silvestres.
"¡Qué lugar más hermoso!" - exclamó mientras tocaba delicadamente los pétalos de una flor amarilla.
De repente, un pequeño pájaro azul apareció y se posó en una rama cercana.
"Hola, Luna. Buscás el tesoro, ¿verdad?" - le dijo el pájaro, sorprendiendo a la niña.
"Sí, lo estoy buscando. ¿Sabés dónde está?" - le preguntó Luna con otra vez los ojos repletos de curiosidad.
"Solo los que tienen un corazón puro pueden encontrarlo" - respondió el pájaro mientras movía la cabeza. "Seguí el camino de las flores, pero ten cuidado. No todo será fácil".
Luna continuó su camino y, tras un rato, llegó a un claro encantado. En el centro, había un charco de agua cristalina. A su alrededor, los árboles cantaban suavemente al viento.
"¡Es un lugar mágico!" - asombrada, gritó Luna.
Se acercó al charco y vio su reflejo, pero en lugar de su imagen habitual, vio una niña de oro con una corona de flores.
"¿Quién eres?" - preguntó Luna, boquiabierta.
"Soy la Guardiana de la Montaña. Si querés encontrar el tesoro, debés responder a una pregunta" - dijo la niña dorada.
"¿Qué pregunta?" - dijo Luna, nerviosa.
"Dime, ¿qué es más valioso: la riqueza material o la amistad y la honestidad?"
Luna pensó por un momento. Recordó todas las veces que había jugado y aprendido con sus amigos en el pueblo.
"La amistad y la honestidad son más valiosas. Sin ellas, la riqueza no tiene sentido" - respondió, con seguridad.
La niña dorada sonrió y el charco brilló intensamente.
"Has respondido con el corazón. Por eso, el tesoro es tuyo" - dijo, mientras señalaba una cueva cercana.
Luna se acercó a la cueva y encontró un cofre antiguo cubierto de polvo. Lo abrió con emoción y se encontró con un brillo dorado que no eran monedas o joyas, sino libros y mapas de aventuras por todo el mundo.
"Estos son los verdaderos tesoros, infinitas aventuras y conocimientos para compartir con tus amigos y el mundo" - dijo la Guardiana mientras desaparecía entre murmullos de viento.
Luna sonrió, comprendiendo que no había encontrado lo que esperaba, sino algo mucho más grande. Corrió de regreso al pueblo, ansiosa por contar a todos su aventura y compartir su nuevo tesoro. A partir de ese día, Luna no solo fue la niña más curiosa del pueblo, sino también la más sabia, llevando el amor por las aventuras y la importancia de la amistad a cada rincón de su vida.
FIN.