Luna y el Poder de la Amistad



Luna era una niña de 9 años que vivía en un barrio alegre, con una casa amarilla y un pequeño jardín, donde siempre crecía una planta de girasoles. Con su pelo rizado y su sonrisa brillante, a Luna le encantaba jugar con sus amigos en el parque después de la escuela. Sin embargo, había algo que no la dejaba disfrutar completamente de esos momentos: el bullying.

Cada día, cuando Luna llegaba a la escuela, un grupo de compañeros la esperaba en la puerta.

"¡Mirá a la rarita!" - decía Tomás, mientras se reía junto a sus amigos.

Luna se sentía pequeña como un girasol marchito.

"No soy rarita, solo soy diferente" - pensaba, mientras apretaba su mochila contra su pecho.

Un día, después de una serie de burlas, Luna decidió no ir a la escuela. Se quedó en casa mirando por la ventana el viento mover los girasoles, imaginando un mundo donde todo fuera diferente. En ese momento, su mamá entró en su habitación.

"¿Por qué no fuiste a la escuela, querida?" - preguntó su mamá.

"No quiero ir, mamá. Me gritan y se ríen de mí" - respondió Luna, con los ojos llenos de lágrimas.

La mamá de Luna se sentó a su lado y le dijo:

"Luna, a veces las personas no entienden lo que no conocen. Pero tú tienes un gran corazón y puedes enseñarles con tu ejemplo. ¿Qué te parece si hablas con tu profesora sobre lo que pasa?"

Con un poco de ánimo, Luna decidió volver a la escuela. Esa mañana, se armó de valor y le habló a su maestra, la señora Ana.

"Señora Ana, hay algunos compañeros que se ríen de mí y me hacen sentir mal" - dijo Luna, con voz temblorosa.

La señora Ana la miró con ternura y prometió que todo cambiaría.

"Gracias por decírmelo, Luna. Mañana haremos una actividad especial para aprender sobre la amistad y el respeto".

Esa tarde, Luna empezó a sentir una chispa de esperanza. Al día siguiente, todos los compañeros llegaron a la clase esperando la actividad.

"Hoy vamos a hablar sobre la empatía y el poder de las palabras" - anunció la señora Ana, mientras mostraba una caja llena de cartulinas y marcadores.

Los chicos se dividieron en grupos y comenzaron a escribir mensajes positivos en las cartulinas, luego debían leerlos en voz alta.

"Eres especial" - leyó Mateo, mirando a Luna.

"No te rindas nunca" - continuó Sofía, sonriendo.

Un giro inesperado ocurrió cuando se acercaron a Luna y comenzaron a preguntarle cómo se sentía.

"¿Por qué se ríen de mí?" - quiso saber.

Tomás bajó la mirada, avergonzado.

"No sé, creemos que era divertido, pero ahora entendemos que no lo es" - dijo, con sinceridad.

La señora Ana, al ver la transformación en sus alumnos, propuso algo diferente.

"Entonces, ¿qué tal si hacemos un compromiso entre todos para cuidarnos y apoyarnos?"

Los compañeros se miraron, y poco a poco, fueron asintiendo.

Luna, emocionada, se unió al grupo.

"¡Sí!" - exclamó con alegría.

Desde aquel día, las cosas cambiaron. Sus compañeros comenzaron a invitarla a jugar y a compartir con ella.

"¡Vamos a jugar a la pelota!" - decía Sofía.

Luna sonreía y se sentía bienvenida. Se dio cuenta de que el poder de la amistad era más fuerte que cualquier palabra hiriente.

Poco a poco, el grupo se volvió más unido, y hasta Tomás comenzó a disculparse con Luna por su comportamiento anterior.

"Lo siento, de verdad. He aprendido que todos valemos lo mismo" - le dijo, con humildad.

Luna, con su corazón lleno de amor, aceptó la disculpa y comenzó a compartir sus girasoles con sus nuevos amigos.

Al final del año, los chicos decidieron armar un mural en la escuela con las cartulinas de mensajes positivos que habían creado juntos. Y en el centro estaba escrito: "La amistad nos hace fuertes".

Luna miraba el mural con orgullo, sabiendo que su valentía había cambiado no solo su vida, sino también la de sus compañeros.

Nunca más se sintió sola, y entendió que juntas, las voces de los amigos siempre serían más fuertes que cualquier risa burlona.

Al final de la historia, Luna y sus amigos aprendieron que el respeto, la empatía y la amistad son semillas que, cuando se platan en el corazón, pueden florecer bellamente, convirtiendo a la escuela en un lugar mejor.

FIN.

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