Luna y el Sabor de la Energía



Había una vez una niña llamada Luna que vivía en un pueblito rodeado de montañas y árboles frutales. A Luna le encantaba jugar al aire libre, correr con sus amigos y trepar árboles. Un día, mientras jugaba, se dio cuenta de que estaba un poco cansada y sin fuerzas.

—¿Qué me pasa? —se preguntó, mientras se sentaba bajo un árbol frutal.

Mientras pensaba en esto, su amiga Maya se acercó corriendo.

—¡Hola, Luna! —saludó Maya—. ¿Estás bien?

—No sé, Maya. Me siento cansada y creo que no tengo muchas ganas de jugar —respondió Luna, mirando al suelo.

Maya, preocupada, decidió buscar ayuda. Juntas fueron a la casa de Doña Clara, una sabia del pueblo conocida por sus deliciosas meriendas y sus consejos.

—Doña Clara, Luna no se siente bien —dijo Maya—. ¿Qué podemos hacer?

—Hmmm, parece que Luna necesita un poco de energía —dijo Doña Clara mientras preparaba una rica limonada y unos bocadillos de frutas en su cocina—. Ustedes no saben lo importante que es alimentarse bien para sentirse fuertes y llenos de energía.

Luna miró a Doña Clara con curiosidad.

—¿De verdad la comida puede darme energía? —preguntó.

—¡Por supuesto! —afirmó Doña Clara—. La alimentación es nuestra gasolina. Si no cuidamos lo que comemos, nuestro cuerpo se siente cansado y sin ganas de jugar.

Luna y Maya se sentaron a disfrutar de la merienda. Comieron frutas, que además de deliciosas, eran muy saludables. Mientras comían, Luna comenzó a sentirse más animada.

—Mira, Luna —dijo Maya mientras mordía una jugosa manzana—. Hay un refrán que dice: "Eres lo que comes". Así que si comes cosas ricas y saludables, ¡te sentirás mejor!

—¡Tenés razón! —exclamó Luna, mientras se saboreaba un kiwi—. Me siento cada vez más llena de energía.

Después de la merienda, Luna se levantó animada.

—¿Vamos a jugar, Maya? —preguntó entusiasmada—. ¡Quiero trepar más árboles!

—¡Sí! —respondió Maya, feliz por ver a su amiga recuperada.

Las dos amigas corrieron hacia el parque del pueblo, donde sus amigos las estaban esperando. Jugaron a las escondidas y corrieron por el campo. Cada vez que Luna se sentía un poco cansada, recordaba lo que había aprendido sobre la importancia de la comida saludable.

Al día siguiente, Luna decidió ayudar a su mamá en el mercado del pueblo. Mientras caminaban entre los puestos de frutas y verduras, vio a un señor mayor que vendía limones, fresas y peras.

—¡Hola, señor! —saludó Luna—. ¿Me puede decir cómo elige las frutas?

El señor sonrió, contento de que Luna estuviese interesada.

—Por supuesto, pequeña. Siempre busco las más frescas y coloridas. ¿Sabes por qué?

—No, dígame —insistió Luna, emocionada.

—Las frutas más frescas tienen más nutrientes. Y esos nutrientes, junto con un poco de ejercicio, te dan la energía que necesitas para jugar y ser feliz. ¡Recuerda siempre eso! —dijo el señor mientras le pasaba una fresquita fresa.

Con cada nueva lección que Luna aprendía, se sentía más viva y llena de energía. Comenzó a cuidar más lo que comía, eligiendo frutas y verduras todos los días.

Pronto llegó el festival de primavera del pueblo, donde todos traían sus mejores platillos. Luna decidió hacer una ensalada de frutas para compartir con sus amigos.

—¡Miren lo que hice! —dijo Luna, presentando su ensalada llena de colores—. Es una mezcla de fresas, kiwis, naranjas y mandarina. ¡Dijeron que tendrían energía para jugar!

Sus amigos la miraron emocionados, y tras probar la ensalada, todos se sintieron llenos de energía, listos para jugar como nunca antes.

—¡Esto es genial, Luna! —dijo uno de sus amigos—. ¿Cómo aprendiste a hacer una ensalada tan rica?

—De Doña Clara y un señor en el mercado. La comida saludable es importante. ¡Deberíamos comer así todos los días! —dijo Luna con una sonrisa.

Desde ese día, Luna y sus amigos se comprometieron a comer mejor y cuidarse, entendiendo que la energía que necesitaban para jugar venía de lo que comían.

—Gracias, Luna —dijo Maya—. Gracias a ti, ahora sabemos que estar saludables es mucho más divertido.

Y así, Luna no solo se llenó de energía, sino que también inspiró a todos su amigos a llevar una vida activa y saludable, siempre con una sonrisa en el rostro. Terminaron el festival bailando y riendo, llenos de alegría y buena comida.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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