Luna y el sueño de Agua
Agua era una pequeña araña con grandes sueños. Vivía en un hermoso jardín, entre las flores y los árboles. Pero a diferencia de sus amigas las abejas y las mariposas, Agua no podía volar.
Esto la entristecía mucho. Un día, mientras Agua tejía su telaraña en una rama, pasó volando una mariposa llamada Luna. Luna había viajado por todo el mundo y tenía muchas historias interesantes para contar. - ¡Hola, Agua! -saludó Luna-.
¿Qué te trae hoy aquí? - Hola, Luna -respondió Agua con tristeza-. Estoy cansada de estar siempre atrapada en mi telaraña. Me encantaría poder volar como tú.
Luna se acercó a Agua y le dio un suave golpecito en la espalda. - No te preocupes, amiga mía -dijo Luna con ternura-. Todos tenemos habilidades únicas que nos hacen especiales. Tú eres experta en tejer telarañas increíbles. Eso es algo que yo nunca podré hacer. Agua sonrió tímidamente.
- Pero aún así me gustaría poder ver el mundo desde las alturas -suspiró Agua. Luna pensó por un momento y luego tuvo una idea brillante. - ¡Ya sé cómo ayudarte! Ven conmigo al lago del bosque.
Allí encontrarás lo que necesitas para cumplir tu deseo -exclamó emocionada Luna. Sin perder tiempo, Agua siguió a Luna hasta el lago del bosque. Al llegar, vieron reflejadas en el agua unas hojas flotantes.
- ¿Qué haremos con estas hojas, Luna? -preguntó Agua curiosa. - Verás, Agua, las hojas flotantes son como pequeños botes. Si te subes a una de ellas, podrías navegar por el lago y sentirte como si estuvieras volando -explicó Luna emocionada.
Agua no podía creer lo que oía. Estaba entusiasmada con la idea y rápidamente encontró una hoja grande y resistente para subirse. - ¡Vamos, Luna! ¡Empuja mi hoja! -exclamó Agua emocionada. Luna empujó suavemente la hoja y Agua comenzó a navegar por el lago.
Se sentía tan ligera como una pluma mientras el viento acariciaba su rostro. - ¡Esto es increíble! -gritó Agua llena de alegría-.
¡Me siento como si estuviera volando! Agua pasó horas navegando por el lago, disfrutando de la sensación de libertad. Pero cuando llegó la hora de regresar a casa, se dio cuenta de que había olvidado cómo volver a tierra firme. - Oh no, Luna. No sé cómo regresar -dijo Agua preocupada.
Luna se acercó a ella y le dijo:- No te preocupes, amiga mía. Yo te ayudaré a encontrar el camino de vuelta. Confía en mí.
Juntas buscaron un tronco caído cerca del lago y construyeron un puente improvisado para que Agua pudiera caminar hasta tierra firme nuevamente. Desde ese día en adelante, Agua no solo era experta en tejer telarañas, sino que también se había convertido en una navegante valiente.
Siempre recordaba el día en que Luna la ayudó a cumplir su deseo de volar. Y así, Agua aprendió que todos tenemos habilidades únicas y especiales. A veces, solo necesitamos un poco de ayuda y confianza para descubrirlas y hacer nuestros sueños realidad. Fin.
FIN.