Luna y la Aventura en Barriazul



Era un hermoso día de invierno cuando Luna, una niña de risas contagiosas y ojos brillantes, llegó a Barriazul, el mágico lugar donde su tia Alejandra vivía. El sol brillaba sobre las montañas cubiertas de nieve y cada copo resplandecía como un pequeño diamante al caer.

"¡Tía Alejandra!" - gritó Luna mientras corrió hacia su tía, quien la recibió con un fuerte abrazo. "¡Estaba tan emocionada por verte!"

"Yo también, querida. Hoy vamos a hacer algo divertido luego de que te instales. Tus primos Santi y Feli también vienen a visitarnos para patinar sobre el hielo" - contestó Alejandra, sonriendo.

Luna sonrió aún más al escuchar eso. Patinar sobre hielo siempre había sido su actividad favorita, con sus patines brillantes, listas para deslizarse por el lago helado del bosque. Después de dejar su mochila en la habitación, Luna salió disparada al patio, donde ya estaban Santi y Feli.

"¡Chicos, vamos a patinar!" - exclamó Luna, con energía.

"Sí, pero viene nuestro amigo Isaac, y después Pedro. ¡Va a ser genial!" - agregó Feli.

Mientras esperaban a sus amigos, Luna, Santi y Feli comenzaron a hacer pequeñas acrobacias sobre el hielo, riendo y disfrutando. De repente, el sonido de risas resonó en el aire. Era Isaac y Pedro, que llegaban corriendo.

"¡Hola, amigos! ¿Estoy a tiempo para las acrobacias?" - preguntó Isaac, entusiasmado.

"¡Claro! A ver quién puede hacer el mejor salto en el hielo" - retó Santi, con una sonrisa traviesa.

Los amigos comenzaron a competir en saltos y giros, sus risas llenaban el aire frío. Sin embargo, mientras Patinaban, Luna notó una figura solitaria al borde del lago. Era un niño que no se atrevía a entrar, miraba a sus amigos desde la distancia. Se acercó y le preguntó.

"¿Por qué no patinas?" - inquirió, con curiosidad.

"No sé patinar, tengo miedo de caerme" - confesó el niño, un poco avergonzado.

Luna, siempre llena de alegría y entusiasmo, le sonrió. "Aquí patinar es muy divertido, yo puedo enseñarte. Todos empezamos así, y si te caes, solo es parte del aprendizaje. ¡Vamos, te voy a ayudar!"

El niño dudó un momento, pero la sonrisa amable de Luna lo convenció. "Está bien, ¿me ayudarías?"

"¡Claro que sí! Primero vamos a practicar en el borde, así te acostumbras" - sugirió Luna, guiándolo con paciencia.

Mientras tanto, sus amigos no se dieron cuenta de lo que estaba pasando, ya que estaban sumergidos en sus propias competencias. Luna tomó la mano del niño, que se llamaba Martín, y lentamente lo llevó hacia el hielo. Tras unos minutos, Martín fue ganando confianza.

"¡Lo estoy logrando!" - gritó emocionado, mientras se mantenía en pie por unos segundos.

"¡Sí! ¡Ves! Lo estás haciendo genial!" - le animó Luna, llena de felicidad al ver cómo su nuevo amigo se divertía.

La tarde avanzó y todos los amigos decidieron unirse a la diversión con Luna y Martín.

"Ya no hay que tener miedo, ¡todos estamos aquí para ayudarnos!" dijo Santi al notar la alegría de Martín.

Pronto, los cinco estaban riendo, jugando y experimentando caídas suaves y risas continuas. Cada vez que alguien caía, los demás se lo tomaban con humor, se ayudaban a levantarse y volver a intentarlo.

Al final del día, Luna miró a su alrededor y vio a todos sus amigos felices, incluidos Santi, Feli, Isaac, Pedro y Martín.

"¡Qué día tan especial! Estoy muy feliz de que todos seamos amigos" - exclamó Luna.

"Sí, gracias a vos, Luna, por ser tan buena maestra y amiga. ¡Me divertí mucho!" - dijo Martín, sonriendo de oreja a oreja.

"Esa es la clave, ayudarnos unos a otros, ¿no?" - añadió Feli.

"¡Exactamente! La diversión se multiplica cuando lo compartimos con amigos" - respondió Luna contenta.

A medida que el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas y el cielo se teñía de tonos anaranjados, todos se sentaron juntos a disfrutar de chocolate caliente que había preparado Tía Alejandra.

"Esto es lo más rico del día" - exclamó Pedro, mientras todos coincidían entre risas.

Así, Luna y sus amigos aprendieron que tener miedo es normal, pero que lo más importante es apoyarse mutuamente para superarlo. La felicidad, la valentía y la amistad eran el verdadero tesoro encontrado en su aventura en Barriazul.

FIN.

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