Luna y la defensora de los árboles



Había una vez en el hermoso pueblo de Laborde, un flamenco llamado Luna. Luna era una flamenco muy curiosa y aventurera a la que le encantaba explorar su entorno.

Un día, mientras volaba sobre el pueblo, vio algo que captó su atención: una laguna rodeada de árboles frondosos. Luna decidió acercarse para observar más de cerca aquel maravilloso lugar.

Al llegar a la laguna, se percató de que estaba repleta de vida: había patos nadando en el agua, ranas saltando entre los juncos y peces jugueteando bajo la superficie. Pero lo que más impresionó a Luna fueron los árboles altísimos que rodeaban la laguna y le daban sombra.

"¡Qué hermoso lugar! Quiero conocer más sobre estos árboles tan majestuosos", exclamó Luna emocionada. Decidida a aprender todo lo posible sobre esos árboles, Luna se acercó al primero de ellos y comenzó a estudiarlo detenidamente. Descubrió que era un sauce llorón con ramas colgantes como lágrimas verdes.

"Hola señor Sauce Llorón, ¿me podrías contar algo sobre ti?", preguntó Luna con curiosidad. El Sauce Llorón sonrió amablemente y respondió: "Claro que sí pequeña flamenco. Soy conocido por mis ramas largas y delgadas que parecen lágrimas verdes.

Me gusta vivir cerca del agua porque así puedo mantener mis raíces siempre hidratadas". Luego de despedirse del Sauce Llorón, Luna se acercó a otro árbol que parecía estar lleno de colores llamativos.

Era un árbol de jacarandá en plena floración. "¡Hola señor Jacarandá! ¿Puedes contarme algo sobre ti?", preguntó Luna emocionada. El Jacarandá, con sus flores violetas, respondió: "Claro que sí, pequeña flamenco.

Yo soy conocido por mis flores moradas que alegran el paisaje durante el verano. Me encanta ser parte del colorido del pueblo y dar sombra a quienes me visitan". Luna siguió su aventura y se encontró con un imponente árbol de ceibo, cuyas flores rojas destacaban entre las demás plantas.

"Hola señor Ceibo, ¿me podrías contar algo sobre ti?", preguntó Luna intrigada. El Ceibo sonrió y dijo: "Claro que sí, querida flamenco. Soy considerado el árbol nacional de Argentina.

Mis flores rojas simbolizan la pasión y la fuerza de mi país. Además, proporciono refugio y alimento a muchas aves". Luna estaba fascinada con todas las historias que había escuchado de los árboles y cómo cada uno tenía una función importante en el ecosistema del pueblo Laborde.

Con su mente llena de conocimientos nuevos, Luna decidió regresar a casa para compartir todo lo que había aprendido con su familia y amigos flamencos.

Desde ese día en adelante, Luna siempre valoraría la importancia de los árboles y promovería su cuidado para mantener vivo el equilibrio natural. Y así fue como Luna se convirtió en una defensora apasionada de los árboles y su importancia para el mundo.

Su historia inspiró a muchos en el pueblo Laborde, quienes aprendieron a amar y proteger la naturaleza que los rodeaba. Fin.

FIN.

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