Luna y la Gran Aventura



Era una noche estrellada en el barrio de Luna, una perrita de pelaje suave como la nube. Luna era conocida por su espíritu aventurero y su amor por correr por el parque. Cada vez que su dueño, Tomás, abría la puerta, Luna salía disparada, como un cohete.

"¡Luna, vuelve aquí!" - gritaba Tomás, pero ella ya estaba perdiéndose entre los árboles.

Una noche, mientras todos dormían, Luna decidió que era el momento perfecto para explorar el mundo. Con un salto ágil, salió por la puerta trasera y corrió con toda su energía. Cuando cruzó la calle, el aire fresco acarició su carita.

"¡Qué aventura!" - pensó Luna mientras corría de aquí para allá. Pero al girar una esquina, no pudo ver que un coche venía muy rápido.

¡PUM! Luna se quedó paralizada. El sonido del motor fue ensordecedor. Pero, para su suerte, un árbol cercanísimo fue testigo de cómo evitó que el golpe fuera peor. Aún así, Luna sintió un dolor punzante y rápidamente se echó a un lado de la carretera.

"Ay, ay, ay..." - lloriqueó la perrita, asustada y adolorida. No sabía qué hacer. En ese momento, una luz brillante se acercó, era un coche que se detuvo justo a su lado. La ventana se bajó y una chica salió del vehículo.

"¡Pobrecita! ¿Te lastimaste?" - dijo Valeria, la chica del coche, al ver a Luna sobre la vereda. Con ternura, se acercó para acariciarla.

Valeria era una amante de los animales y su corazón se llenó de compasión.

"Voy a llevarte a un veterinario. No te preocupes, todo va a estar bien" - le prometió.

Con mucho cuidado, Valeria alzó a Luna y la llevó al coche. Durante el trayecto, Luna miraba por la ventana, aún temerosa.

"No temas, pequeña. Es solo un pequeño accidente. Tu espíritu aventurero te llevará a lugares maravillosos, pero esta vez, debes aprender a tener cuidado" - dijo Valeria.

Al llegar al veterinario, lo primero que sintió Luna fue el aroma a medicina y el sonido de otras mascotas.

"No estás sola, hay muchos amigos aquí" - le animó Valeria.

Después de revisarla, el veterinario le aseguró que estaba bien, solo un golpe y algo de reposo.

"Gracias, doctora. No me volveré a salir sin que Tomás me acompañe" - prometió Luna, mientras miraba a Valeria agradecida.

Valeria se convirtió en una gran amiga y cada vez que las dos se cruzaban, Valeria siempre le recordaba ser cuidadosa. Luna regresó a casa, y Tomás la abrazó fuerte.

"¡Luna! Estaba tan preocupado. Gracias a Dios, estás bien" - exclamó Tomás. Desde ese día, Tomás aprendió a bloquear mejor la puerta y Luna a no salir sola.

La experiencia hizo que Luna entendiera la importancia de cuidar su propia seguridad. Aunque su espíritu aventurero seguía intacto, comenzó a disfrutar de sus paseos acompañada por Tomás o Valeria. Juntos exploraron nuevos parques y viviendo muchas aventuras, siempre atentos a los peligros del mundo.

"Siempre junto a vos, mi valiente amiga" - decía Tomás mientras paseaban.

Luna aprendió que las aventuras son más divertidas y seguras cuando tienes compañeros, y que siempre es mejor mirar a tu alrededor.

Y así, Luna continuó siendo la perrita feliz y aventurera que todos amaban, siempre recordando la lección del respeto por los peligros de la calle y el valor de llevar un buen amigo en cada viaje.

Fin.

FIN.

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