Lunes y Martes en el Hospital Santinho
Había una vez, en un rincón luminoso de Montevideo, un hospital llamado Santinho. Allí, los pequeños pacientes eran recibidos con sonrisas y colores. Pero había un niño que se sentía un poco diferente. Su nombre era Lucas y había estado internado desde el lunes.
El martes llegó y Lucas tenía una gran inquietud en su corazón. Miró por la ventana de su habitación y vio un cielo azul hermoso, pero no podía salir. Así que decidió hacer algo especial.
"¿Puedo tener una aventura desde aquí?" - se preguntó.
Y así comenzó su plan. Lucas reunió todos sus juguetes y los distribuyó por la habitación. Jugó con su avión de papel, que había hecho el lunes, pero quería algo más.
"¡Voy a invitar a todos mis amigos!" - dijo con energía.
Lucas la pasó increíble contando historias y inventando juegos. Cada vez que veía a un enfermero o a una enfermera, les sonreía y les decía:
"¡Vengan a jugar con nosotros!"
Los enfermeros se sonreían con él y a veces se quedaban un rato para jugar. Pero, al ver el brillo en los ojos de Lucas, uno de ellos, el enfermero Diego, tuvo una idea.
"¿Y si organizamos un torneo de aviones de papel?" - propuso Diego, entusiasta.
Lucas se iluminó.
"¡Es una idea genial!" - dijo.
Con la ayuda de Diego, comenzaron a invitar a todos los niños del piso. Mientras algunos niños llegaban con su espíritu aventurero, otros estaban un poco tímidos.
"No te preocupes, aquí todos somos amigos" - animó Lucas a una niña que llegó con un pequeño unicornio de peluche.
"Mi nombre es Sofía, y nunca he hecho un avión de papel" - respondió un poco insegura.
"¡No importa! Yo te enseño. Vamos a hacer el mejor avión del mundo" - la desafió Lucas.
Sofía sonrió y aceptó el desafío. En poco tiempo, la habitación se llenó de risas y aviones que volaban de un lado a otro. Todos se pasaban consejos y hacían sus diseños más locos.
De repente, Lucas sintió que, aunque su cuerpo estaba un poco cansado, su corazón latía con fuerza. Miró a todos sus amigos y no pudo evitar sonreír. Eran felices juntos.
"Fijate, mi avión vuela más alto que el tuyo" - gritó un niño llamado Lautaro, agitando su creación en el aire.
Lucas miró con envidia pero sonrió. Entonces, decidió hacer algo muy especial.
"Todos, a la cuenta de tres, ¡lancemos nuestros aviones juntos!"
Todos asintieron emocionados y, con un fuerte grito, contaron juntos.
"¡Uno, dos, tres!"
Los aviones volaron como un descenso de colores en el aire, llenando la habitación y el pasillo de alegría.
Y así, cuando terminó el torneo, todos aplaudieron y se intercambiaron historias sobre sus aviones.
Lucas se sintió más feliz que nunca, y al mirar por la ventana una vez más, comprendió que a pesar de estar en el hospital, siempre podía vivir grandes aventuras.
El miércoles por la mañana, cuando el doctor llegó a visitarlo, Lucas no pudo evitar contarle sobre su torneo.
"¡Fue increíble, doctor! ¡Nos divertimos muchísimo!"
"Me alegra escucharte tan feliz, Lucas. Recuerda que siempre puedes encontrar alegría, incluso en un lugar que parece gris" - le dijo el doctor, riendo.
Desde aquel martes, Lucas no solo encontró amigos, sino que comprendió que la alegría puede florecer en cualquier lugar y que las aventuras vienen del corazón.
FIN.