Luz de Estrella



En la ciudad de Esperanza, vivía una niña llamada Sofía. Sofía tenía seis años y, aunque le encantaba jugar y reír con sus amigos durante el día, cada vez que caía la noche, un miedo profundo se apoderaba de ella. No era miedo a los monstruos, sino a la oscuridad misma. Cuando el sol se ponía, Sofía se acurrucaba en su cama, abrazando con fuerza a su peluche, el pequeño oso que siempre había estado con ella.

Una noche, mientras la luna brillaba en el cielo, su mamá entró a su habitación y le dijo:

"Sofía, ¿por qué no apagas la luz? La luna es muy hermosa y tiene una luz que puede acompañarte hasta que te duermas."

Sofía se encogió en su cama y respondió con un susurro:

"Pero mami, no me gusta la oscuridad. Me da miedo."

Su mamá sonrió con dulzura y se sentó al lado de ella.

"Entiendo, pero ¿sabías que la oscuridad también puede ser mágica? A veces, las cosas que no vemos pueden ser más hermosas de lo que imaginamos. Déjame contarte un secreto..."

Al escuchar eso, Sofía levantó la vista, intrigada.

"¿Un secreto, mamá? ¿Cuál?"

"Cuando la noche cae, las estrellas despiertan. Ellas son como pequeños fuegos de campamento en el cielo que nos cuidan. Cada estrella tiene una historia única que contar. ¿Te gustaría descubrir sus secretos conmigo?"

Sofía se sintió un poco más curiosa y valiente. Pero aún dudaba.

"¿Pero y si aparecen cosas raras en la noche?"

"No hay cosas raras, querida. Todo lo que está en la oscuridad ya está ahí, solo que no lo vemos. Ven, te muestro algo."

Su mamá llevó a Sofía hacia la ventana. Al abrir las cortinas, la habitación se llenó de la suave luz de la luna. Las estrellas brillaban con fuerza y parecían danzar en el cielo.

"Mirá, Sofía. Cada estrella es un deseo, un sueño. ¿Ves aquella que parpadea más? Eso es porque quiere que le pidas algo."

Sofía observó con curiosidad y su miedo comenzó a desvanecerse.

"¿Y qué tengo que pedir?"

"Lo que más desees, pero también puedes pedirles valor para enfrentar la oscuridad. La próxima vez que sientas miedo, recuerda que no estás sola. Las estrellas siempre estarán contigo."

Esa noche, Sofía miró al cielo y pidió valor. Se imaginó como una estrella brillando con fuerza.

Unos días después, su clase tuvo una excursión al parque. Cuando cayó la noche, sus amigas comenzaron a jugar a las sombras. Sofía sintió una punzada de miedo y comenzó a alejarse, pero de repente recordó las palabras de su mamá.

"Soy fuerte como una estrella", murmuró para sí misma.

Reuniendo coraje, se acercó a sus amigas y juntas comenzaron a reírse y a crear formas con sus sombras.

"¡Miren! Hago un conejo con mis manos", dijo una de sus amigas.

Sofía, sintiéndose más valiente, levantó sus manos para hacer un dragón.

"¡Y yo hago un dragón!", gritó, riendo de alegría.

Esa noche, en lugar de temer a la oscuridad, Sofía sintió una energía nueva dentro de ella. Las risas resonaron y se convirtieron en estrellas brillando en su corazón.

Regresando a casa, volvió a mirar el cielo.

"¡Gracias, estrellas!" exclamó, reconociendo que la oscuridad podía ser hermosa si la miraba de otra manera.

Desde entonces, cada noche, Sofía no temía a la oscuridad. La abrazaba, recordando que detrás de la penumbra se escondían sueños, estrellas y todo un universo esperando ser descubierto. Con cada paso que daba, Sofía se convirtió en una pequeña exploradora de su propio mundo, llena de valor y luz.

Y las estrellas, testigos de su valentía, continuaron brillando en el cielo, siempre listas para escuchar los nuevos sueños de esa valiente niña que aprendió que la oscuridad también tiene su magia.

FIN.

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