Luz, el Superhéroe del Entusiasmo



En un colorido barrio llamado Alegría, donde las casas eran de múltiples colores y las sonrisas nunca faltaban, vivía un niño llamado Luz. Luz no era un superhéroe como los demás que volaban, lanzaban rayos o tenían poderes mágicos. Luz tenía algo bastante especial: un entusiasmo contagioso.

Cada mañana, al despertar, Luz saltaba de la cama gritando:

- ¡Hoy va a ser un gran día! ¡Tengo muchas ideas para hacer sonreír a mis amigos!

Sus vecinos lo miraban con curiosidad, ya que nunca habían visto a un niño tan lleno de energía. Aunque Luz no podía volar, siempre encontraba maneras de ayudar a los demás con su alegría.

Un día, mientras paseaba por el parque, notó que sus amigos estaban tristes, sentados en un banco. Se acercó y preguntó:

- ¿Qué les pasa, amigos?

- Estoy triste porque mi perro rompió mi pelota - dijo Tomás, con una lágrima en el ojo.

- Yo no tengo con quién jugar y me siento solo - agregó Sofía.

- Y yo estoy preocupado porque mi abuela está enferma y no sé cómo ayudarla - dijo Mateo, con voz temblorosa.

Luz pensó durante un momento y luego sonrió:

- ¡Tengo una idea! Vamos a hacer un gran día de juegos en el parque para que todos se diviertan y así olvidemos las penas. Además, ¡podemos hacer una cadena de mensajes positivos para tu abuela!

Los ojos de sus amigos se iluminaron al escuchar la propuesta de Luz. Todos comenzaron a sonreír y a ayudarlo a organizar el día de juegos. Mientras preparaban todo, Luz fue a comprar algunas pelotas nuevas con sus ahorros y preparó carteles llenos de palabras amables.

El gran día llegó y todo el parque se llenó de risas, juegos y color. Luz organizó carreras, juegos de pelota y un concurso de dibujo. Todos estaban disfrutando, desde los más pequeños hasta los adultos.

- ¡Miren, ahí viene el desfile de los dibujos! - gritó Sofía mientras todos aplaudían.

- ¡Vamos a elegir al más divertido! - añadió Mateo emocionado.

Al final del día, todos estaban cansados pero felices. Luz notó que sus amigos ya no estaban tristes.

- ¡Gracias, Luz! - le dijeron Tomás, Sofía y Mateo al unísono.

- Hiciste que hoy fuera el mejor día de todos.

- ¡Sí! ¡Eres nuestro superhéroe! - exclamó Sofía.

El corazón de Luz se llenó de alegría. Pero había algo más que quería hacer.

- Ahora, ¿qué les parece si le enviamos los mensajes a la abuela de Mateo? - sugirió Luz.

Los amigos lo miraron intrigados. Con mucho fervor, tomaron todos los carteles positivos que habían hecho durante el día y escribieron un mensaje especial para la abuela:

"Querida abuela, esperamos que te sientas mejor. ¡Te queremos mucho!"

Luz llevó a sus amigos a casa de Mateo, donde su abuela estaba sentada en el porche. Cuando llegó, ella sonrió, pero luego su expresión se tornó seria.

- Hola chicos, ¿qué están haciendo aquí? - preguntó.

- ¡Traemos mensajes de amor! - anunció Luz con entusiasmo.

La abuela se llenó de felicidad al leer los carteles.

- ¡Qué lindos son! Esto me hace sentir muy querida. Gracias, chicos.

- ¡Te queremos mucho! - dijeron todos a coro.

Desde ese día, Luz se convirtió en el superhéroe no solo de su barrio, sino también en el mejor amigo de todos. Los niños aprendieron que no siempre se necesita tener superpoderes para ayudar a los demás; a veces, solo se necesita un poco de entusiasmo y un gran corazón.

Y así, en el barrio de Alegría, Luz iluminó cada día con su energía y su amor por ayudar, convirtiéndose en el superhéroe que siempre soñó ser, sin necesidad de capa ni poderes mágicos.

FIN.

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