Luz en el Bosque Nocturno
En el corazón de un frondoso bosque, donde los árboles susurraban secretos al viento, vivía una pequeña hada llamada Violeta. Era una hada especial, pues su luz brillaba con intensidad al caer la noche, iluminando el sendero que llevaba hacia su hogar.
Una noche, Violeta decidió que quería explorar más allá de su hogar. Había escuchado a las luciérnagas hablar sobre un lugar mágico que se encontraba en la cima de la colina, donde la luz del amanecer tocaba el cielo y las criaturas del bosque se reunían para contar historias antiguas. Pero para llegar allí, tenía que cruzar el bosque, y ya sabía que muchas criaturas se asustaban en la oscuridad.
Al salir, Violeta sintió un ligero escalofrío. Sin embargo, su valentía la impulsaba a seguir adelante. Con cada batido de sus alas, iluminaba el camino, dejando un rastro de destellos.
Mientras avanzaba, se encontró con un pequeño búho llamado Oliver, que estaba parado en una rama, mirando con preocupación hacia el bosque.
"¿Por qué estás tan triste, Oliver?" - preguntó Violeta, acercándose.
"Me perdí en la noche y tengo miedo de no encontrar el camino de regreso a casa" - respondió Oliver, con sus ojos grandes llenos de temor.
"¡No te preocupes! Mi luz puede guiarte. ¡Vayamos juntos!" - dijo Violeta con determinación.
Juntos comenzaron a avanzar, Violeta iluminando el camino con su brillo. Al poco tiempo, se encontraron con un grupo de conejitos que estaban tratando de encontrar sus cuevas antes de que oscureciera aún más.
"¿Qué les pasa, pequeños conejitos?" - inquirió Violeta.
"No podemos encontrar nuestras casas en la oscuridad, estamos perdidos" - dijo uno de ellos, asustado.
"¡No hay problema! Pueden seguirme. Juntos, seremos más fuertes y podremos encontrar el camino!" - Violeta sonrió, y los conejitos comenzaron a seguir a la hada.
Una vez que el grupo estuvo formado, el pequeño ratón Pico se unió a ellos. Estaba muy emocionado y chirriaba de alegría.
"¡Me encantaría ir a la cima de la colina! Allí todos cuentan historias sobre el amanecer. ¡Tengo unas cuantas para compartir!" - dijo el ratón mientras saltaba, contagiando entusiasmo a sus amigos.
La travesía no estaba exenta de obstáculos. A medida que aumentaba la oscuridad, comenzaron a escuchar ruidos extraños y a sentir el viento que susurraba entre los árboles. Pero la luz de Violeta se mantenía firme, llenando de valor a todos los metros que avanzaban.
Tras un rato, llegaron a un claro donde se encontraron con una gran sombra que resultó ser un oso gigante llamado Bruno.
"¡¿Qué hacen aquí tan tarde? !" - gruñó Bruno, mirando con curiosidad.
"Estamos en busca de la cima de la colina para ver el amanecer" - explicó Violeta, sin titubear.
"Pero el camino es peligroso por la noche, llena de criaturas desconocidas" - advirtió Bruno. "¿No tienen miedo?"
"No tenemos miedo, porque tenemos luz... y amigos" - dijo Violeta con una sonrisa, mostrando que su luz brillaba aún más fuerte.
Bruno, sorprendido por la valentía del grupo y el brillo de Violeta, decidió unirse a ellos para asegurarse de que llegaran a su destino. Juntos continuaron su camino, cada uno compartiendo diferentes historias sobre sus aventuras y lo que significaba la amistad.
Finalmente, tras una larga caminata, llegaron a la cima de la colina. La noche comenzaba a desvanecerse y antes de que el sol apareciera, todos se sentaron a compartir risas y anécdotas. Violeta iluminaba el lugar con su luz mientras los demás contaban sus historias.
Y justo en el momento en que el sol asomó su cálido rostro, todos gritaron de felicidad.
"¡Lo logramos!" - exclamó Pico.
"¡Y todo gracias a la luz y a la amistad!" - agregó Oliver emocionado.
"Sí, nunca debemos sentir miedo si tenemos amigos que son como una luz en la oscuridad" - reflexionó Bruno.
A partir de aquella noche, Violeta y sus amigos hicieron de esa aventura una gran tradición, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, la luz de la amistad puede guiarnos y ayudarnos a encontrar nuestros caminos.
FIN.