Luz en la Oscuridad



En un pequeño pueblo, había una niña llamada Sofía, de diez años, que siempre llevaba consigo un bastón blanco. Sofía era ciega, pero eso no le impedía soñar. Cada mañana, se despertaba con la melodía de los pájaros cantando afuera de su ventana y comenzaba su día con alegría.

A pesar de su actitud optimista, Sofía tenía un problema. En la escuela, sus compañeros no la comprendían. A menudo la dejaban de lado durante el recreo y se reían cuando no podía seguir el ritmo de las actividades. No todos estaban dispuestos a entender su manera de aprender.

Un día, mientras se acomodaba en su pupitre con la ayuda de su maestra, la Sra. Elena, Sofía escuchó risas provenientes de la mesa de sus compañeros.

"¿Por qué no puede ver como nosotros?" - dijo un niño, burlándose.

Sofía se sintió triste, pero rápidamente recordó que sus sueños eran más grandes que cualquier comentario hiriente. Decidió que era el momento de actuar y demostrarles que ser diferente no significaba ser menos.

Esa misma tarde, se acercó a su maestra.

"Sra. Elena, me gustaría organizar un día especial en la escuela para ayudar a mis compañeros a entender cómo me siento y cómo veo el mundo".

La Sra. Elena se entusiasmó con la idea.

"Es una excelente propuesta, Sofía. Con mucho gusto te ayudaré a llevarlo a cabo".

Durante la semana siguiente, Sofía trabajó junto a la Sra. Elena para preparar el evento. Se les ocurrió un taller donde los alumnos pudieran experimentar cómo era vivir sin poder ver. Cada estudiante recibiría un pañuelo para cubrirse los ojos y tendría que realizar diversas actividades con un compañero que lo guiara.

Finalmente, llegó el gran día. Los alumnos llegaron a clase intrigados. Sofía, con su sonrisa radiante, les explicó el propósito del taller.

"Hoy, van a entender un poco de mi mundo. Espero que se diviertan y también aprendan algo nuevo".

Un murmullito recorrió la clase, pero la curiosidad pronto hizo que se callaran. Sofía demostró cómo podía orientarse utilizando sus otros sentidos y explicó cuánto valoraba cada sonido, olor y textura.

Los pequeños se pusieron los pañuelos y, bajo la guía de sus compañeros, intentaron caminar por la sala, armar puzzles y hasta dibujar. Al principio, muchos se sintieron incómodos.

"¡Esto es difícil!" - exclamó su compañera Ana, tropezando con una silla.

"Así se siente a veces para mí. La vida no es fácil sin la vista, pero tengo mucho apoyo" - respondió Sofía, echando una mano hacia ella.

Después de algunas risas y tropiezos, los niños comenzaron a disfrutar. Se dieron cuenta de cuán importante era la comunicación y la confianza. Cuando se quitaron los pañuelos, sus caras reflejaban un nuevo entendimiento.

"Sofía, no sabía que era tan complicado" - dijo Matías, con un brillo de admiración.

"Ahora entiendo que somos diferentes y eso está bien. Todos tenemos algo especial que aportar" - añadió otra compañera, Clara.

Ese día, no sólo aprendieron sobre la ceguera, sino sobre la bondad, la amistad y la importancia de ayudar a los demás. Desde entonces, Sofía empezó a ser incluida en los juegos y actividades, ya que sus compañeros comprendieron que, a pesar de no ver, podía brillar de maneras únicas.

Al final del año, la escuela organizó una exposición sobre la diversidad, y Sofía fue una de las presentadoras. Contó su historia y cómo había logrado hacer amigos al mostrarles la belleza de su mundo.

"No importa la forma en que veamos la vida, lo que importa es cómo el corazón siente. Estoy aquí para recordarles que podemos ser luz en la oscuridad, cada uno a su manera" - concluyó, y todos aplaudieron emocionados.

Desde aquel día, el rincón de Sofía en el patio se llenó de risas y amistades. Ella había cambiado la forma en que sus compañeros la veían, y, juntos, descubrieron que, a veces, la verdadera comprensión comienza en el corazón.

FIN.

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