Luz en la Oscuridad



Era una noche clara en el pequeño pueblo de Lunares, donde las estrellas brillaban como diamantes en el cielo. Un grupo de niños exploradores, liderado por la curiosa Sofía, decidieron que era el momento perfecto para observar las estrellas.

"¡Miren esa estrella!", exclamó Sofía, señalando a una brillante.

"¿Crees que hay vida en otros planetas?", preguntó Lucas, su mejor amigo.

"¡Seguro que sí! Y quizás hasta vengan a visitarnos algún día", dijo Martu, quien siempre soñó con aventuras espaciales.

Mientras miraban hacia el cielo, Sofía sacó un viejo libro de su mochila. Era una historia sobre cómo la NASA había enviado cohetes a la luna y encontraron algo sorprendente: antiguos mensajes de civilizaciones alienígenas.

"¿Qué harías si un alienígena viniera a visitarnos?", preguntó Sofía.

"¡Le enseñaría a hacer pizza!", rió Lucas.

"¡Yo le mostraría nuestra música!", agregó Martu emocionado.

Justo en ese momento, un resplandor inusual iluminó el cielo. Todos miraron hacia arriba con sorpresa. Un objeto metálico brillaba intensamente y descendía lentamente hacia el campo al lado del pueblo. Los niños se miraron emocionados.

"¡Vamos a verlo!", gritó Sofía, llena de entusiasmo.

"¿Y si son extraterrestres malévolos?", dijo Lucas, un poco asustado.

"No, no, seguro son amigables. ¡Vamos!", insistió Martu.

Los tres niños corrieron hacia el lugar. Al llegar, encontraron una cápsula plateada con un suave silbido. La puerta se abrió lentamente, y de ella salió un ser pequeño, con ojos grandes y una sonrisa amistosa.

"¡Hola! Soy Glib, de la galaxia de Novaterra!", dijo el alienígena con un tono alegre.

Los niños estaban asombrados.

"¿Por qué viniste a visitarnos?", preguntó Sofía, que ahora estaba llena de valentía.

"He visto cómo los humanos a veces se pelean y se olvidan de lo que realmente importa. Vine a ayudarles a recordar que la paz es el verdadero camino", explicó Glib.

"¿Qué podemos hacer para ayudar?", preguntó Martu, decidido a hacer la diferencia.

"Juntos podemos crear un mensaje de paz para que todos lo escuchen. ¡La música y la comida son dos de las mejores herramientas que tienen!", sugirió Glib.

Los niños se pusieron a trabajar. Sofía sacó su guitarra, Martu hizo una pizza, y Lucas comenzó a escribir un mensaje de paz. Juntos, formaron una hermosa canción y el aroma de la pizza llenó el aire.

"¡Esto es excelente!", exclamó Glib.

"Vamos a llevar nuestro mensaje a más personas", propuso Sofía.

Con la ayuda de Glib, crearon un espectáculo. Invitaron a todo el pueblo a unirse a su evento de paz. La música sonó mientras los habitantes disfrutaban de la deliciosa pizza. Con cada nota, la alegría se esparció y los corazones de las personas empezaron a unirse.

Finalmente, Glib se despidió, dejando un pequeño regalo: una estrella en forma de cristal.

"Recuerden siempre que la paz y la amistad están en sus manos. Cuídense y sigan creando un mundo mejor", dijo y se subió a su cápsula.

Los niños vieron cómo el alienígena se elevó en el cielo, dejando una estela brillante detrás.

"No importa de dónde vengamos, siempre podemos trabajar juntos por un mundo mejor", reflexionó Sofía.

"Sí, la música y la comida son universales", agregó Martu.

"Y la paz, más que nunca, tiene que ser nuestro objetivo", concluyó Lucas.

Desde ese día, los niños de Lunares no solo miraban el cielo con esperanza, sino que también se comprometieron a difundir amor y amistad por donde fueran, demostrando que todos, sin importar el pasado o el lugar de donde venimos, podemos construir un futuro lleno de luz.

FIN.

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