Luz en la Oscuridad
Érase una vez un perro llamado Bruno, un simpático labrador de pelaje dorado que vivía en una tranquila casa en las afueras de un pueblo. Aunque todos lo querían mucho, había algo que atormentaba a Bruno: el miedo a la oscuridad. Cada noche, cuando el sol se escondía y las estrellas comenzaban a brillar, Bruno se acurrucaba en su cama con los ojos muy abiertos, escuchando cada pequeño ruido. Las sombras del hogar lo asustaban, y muchas veces, su dueño, un niño llamado Mateo, tenía que consolarlo.
Una noche, mientras Bruno temblaba bajo su manta, escuchó un susurro en la habitación.
"¿Quién está ahí?" - ladró Bruno con un temblor en la voz.
De repente, un suave brillo iluminó la esquina de la habitación, y apareció un fantasma, pero no un fantasma cualquiera. Era Radagast, un espíritu amistoso que había llegado para ayudar a los que estaban perdidos en la oscuridad.
"No temas, pequeño amigo. Soy Radagast, y he venido para enseñarte que la oscuridad no siempre es mala" - dijo con una voz suave.
Bruno, con sus ojos llenos de asombro, apenas podía hablar.
"Pero... pero me da miedo..." - balbuceó el perro, temiendo el movimiento de la sombra del fantasma.
"Entiendo. Pero la oscuridad también puede ser tu amiga. A veces, lo que vemos como miedo es solo algo desconocido" - explicó Radagast mientras hacía girar una pequeña luz que emitía una serie de colores brillantes.
Curioso, Bruno se acercó un poco más.
"¿Cómo puede ser eso posible?" - preguntó, mirando el espectáculo de luces.
Radagast sonrió y continuó:
"Cierra los ojos, Bruno. Imagina que la oscuridad es como la gran manta que abriga al mundo. Muchas cosas hermosas suceden en la oscuridad: los fireflies que brillan, las estrellas que lucen en el cielo, y los sueños que nacen mientras dormimos".
Con la mente todavía llena de dudas, Bruno intentó cerrar los ojos. Después de un momento, abrió uno para mirar a Radagast, que parecía más brillante y amable que nunca.
"¿De verdad hay cosas hermosas en la oscuridad?" - inquirió Bruno, asomando su hocico hacia el fantasma.
- “¡Claro! Te llevaré a un pequeño paseo. Ven" - exclamó Radagast, y con un movimiento de su mano mágica, abrió una puerta en la pared de la habitación.
Bruno, aún dudando, decidió seguirlo. Al traspasar la puerta, se encontró en un mundo mágico donde la oscuridad era iluminada por millones de luces de colores.
"¡Mirá!" - dijo Radagast, señalando las luciérnagas que danzaban en el aire. "Son hermosas, ¿no?".
Bruno no podía creerlo. Las luciérnagas brillaban como estrellas a su alrededor, y por primera vez, sintió que la oscuridad no era solo algo que le daba miedo, sino un lugar lleno de magia y belleza.
"¡Son preciosas! Nunca había visto algo como esto" - exclamó Bruno con felicidad.
Radagast sonrió. "Y eso no es todo. También hay sonidos en la oscuridad. Escuchá atentamente".
Bruno cerró los ojos e escuchó. El canto de las ranas, el susurro del viento y el arrullo de las hojas llenaban el aire con una música suave. Su corazón se llenó de alegría.
"¡Esto es increíble!" - ladró emocionado. "¿Es siempre así en la oscuridad?".
"Sí, pero a veces es cuestión de abrir los ojos y el corazón a lo desconocido. La oscuridad no tiene que ser aterradora." - respondió Radagast.
Al final de la noche, Bruno regresó a su casa, sintiéndose diferente. Ahora comprendía que la oscuridad podía ser un lugar especial, lleno de maravillas por descubrir.
Desde ese día, cada vez que llegaba la noche, Bruno no se acurrucaba asustado. Ahora, él miraba hacia la ventana con curiosidad, esperando ver las luciérnagas que iluminaban su mundo.
Y aunque había momentos en los que aún sentía un pequeño escalofrío al caer la noche, Bruno sonreía en su interior, sabiendo que cada sombra podría ocultar un nuevo amigo o un nuevo misterio. Nunca más tuvo miedo de la oscuridad, porque había aprendido que a veces, lo desconocido puede traernos las más hermosas sorpresas.
Y así, el pequeño perro miedoso creció valiente y llenó de luz su corazón, comprendiendo que la oscuridad, como muchos aspectos de la vida, solo necesitaba ser explorada con amor y curiosidad.
FIN.