Luz en la Oscuridad



Había una vez una niña llamada Valentina que tenía un gran miedo a la oscuridad. Cada vez que caía la noche, su corazón latía más rápido y no podía evitar temer que algo extraño pudiera pasarle. Sin embargo, lo que Valentina no sabía era que había algo mágico en esa oscuridad que la rodeaba.

Una noche, mientras se preparaba para dormir con su lámpara de noche encendida, escuchó un suave susurro. "-Valentina... Valentina..." La voz era tenue, casi como un eco. Al principio, la niña se asustó y tapó su cabeza con las sábanas. Sin embargo, su curiosidad pudo más que su miedo, así que asomó la cabeza.

"-¿Quién está ahí?" preguntó, temblando de miedo.

A su sorpresa, se encontró con un pequeño fantasma que flotaba cerca de su ventana. Tenía una apariencia suave y amigable, con ojos brillantes y una sonrisa cálida. "-Soy Pepito, el fantasma del cuarto de los secretos. No temas, Valentina. No estoy aquí para asustarte, sino para ayudarte."

"-Ayudarme, ¿a qué?" dijo Valentina, sintiéndose un poco más relajada.

"-He visto que temes a la oscuridad, y yo quiero mostrarte que no es tan aterradora como parece. Ven, acompáñame, te enseñaré los secretos que guarda la noche."

Con un poco de hesitación, Valentina decidió seguir a Pepito. Juntos salieron por la ventana y se encontraron volando sobre su barrio. Fascinada, observó cómo las casas y las calles estaban iluminadas por la luz de la luna y las estrellas.

"-Mira, Valentina," dijo Pepito señalando con su pequeño dedo. "A veces, la oscuridad puede ser hermosa. Las estrellas brillan en la noche porque no temen ser vistas."

Valentina, asombrada, lo miró con atención. "-Nunca pensé que la oscuridad tuviera algo bueno. Siempre pensé que era mala."

"-Eso es solo un cuento que se cuenta a los niños," explicó Pepito. "La oscuridad es solo un lugar donde se esconden las cosas menos conocidas. Pero también hay muchos amigos en la oscuridad que desean ser vistos."

Pepito llevó a Valentina a un parque donde las luciérnagas danzaban en el aire. "-Mira a esos pequeños. Ellos no temen la noche, al contrario, disfrutan de ella. La oscuridad les permite brillar."

Valentina sonrió al ver cómo las luciérnagas iluminaban el entorno. "-Wow, nunca las había visto así de cerca. Son mágicas."

"-Así es, cada vez que sientas miedo de lo desconocido, recuerda que allí también hay belleza. ¿Sabías que yo también era un niño como tú?" confesó Pepito con un tono nostálgico.

"-¿De verdad? ¿Cómo te convertiste en fantasma?" preguntó la niña.

"-A veces, las personas tienen miedo de las cosas que no pueden tocar. Cuando yo era niño, también temía a la oscuridad. Pero aprendí a comprenderla y a dejarme llevar. Si no hubiera estado dispuesto a explorarla, no habría encontrado mi lugar aquí como guardian de los secretos."

Valentina pensó en las palabras de Pepito y se dio cuenta de que el miedo a menudo se alimenta de la ignorancia. "-Tal vez debería intentar ver la oscuridad de otra manera," se dijo.

Cuando regresaron a su habitación, Valentina estaba llena de determinación. "-Gracias, Pepito. A partir de ahora, voy a intentar no tener miedo de la oscuridad."

"-Esa es la actitud, Valentina. Recuerda que siempre estaré aquí para guiarte. La oscuridad puede ser tu amiga si la dejas serlo."

Desde esa noche, cada vez que llegaba la oscuridad, Valentina sonreía. Se acordaba de su amigo Pepito y de las maravillas que había descubierto en el corazón de la noche. Aprendió que, a veces, lo que más tememos puede llevarnos a las cosas más hermosas. Valentina se convirtió en una experta exploradora de la noche, observando las estrellas y encontrando alegría en cada rincón.

Y así, Valentina aprendió que no hay que temer a lo desconocido, sino abrazarlo con curiosidad y valor. Y cada vez que necesitaba un poco de luz, sabía que Pepito estaría allí, en algún lugar de la oscuridad, listo para contarle más secretos. Y así, la oscuridad se convirtió en el lugar donde su imaginación podía volar, recordándole que siempre hay algo nuevo por descubrir detrás de lo que parece aterrador.

FIN.

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