Luz en la Oscuridad



Había una vez un niño llamado Julián que vivía en un pequeño pueblo. Los atardeceres eran hermosos, pero cuando el sol se escondía detrás de las montañas, Julián sentía que su corazón se aceleraba. La oscuridad le daba miedo, y cada noche se refugiaba bajo las sábanas, tapándose hasta la cabeza.

Una noche, su mamá entró a su habitación y lo encontró temblando.

"¿Qué te pasa, Julián?" - preguntó con cariño.

"Mami, tengo miedo de la oscuridad. Todo se ve tan raro, y escucho ruidos extraños."

"No te preocupes, hijo. La oscuridad no es tu enemiga. Tal vez haya algo que puedas hacer para sentirte mejor."

Julián no estaba muy convencido, pero decidió intentar. Al día siguiente, su mamá le regaló una linterna de juguete.

"Mirá, con esto podés hacer que la oscuridad se sienta menos aterradora" - le dijo.

Esa noche, Julián llevó la linterna a su cama. Mientras la encendía, observó los muros de su habitación iluminándose con figuras divertidas.

"¡Mira, son sombras que bailan!" - exclamó, olvidando por un momento su miedo.

Pero cuando la linterna parpadeó y luego se apagó, su corazón volvió a apurarse.

"Mamá, ¡la luz se fue!" - gritó.

Su madre corrió al cuarto.

"No te preocupes, Julián, estás bien. Vamos a aprender a controlar esto. Hay un juego que podríamos hacer. Cada vez que apagues la luz, vas a intentar decir en voz alta algo que te gusta de la oscuridad. ¿Qué te parece?"

Julián pensó.

"Me gusta que las estrellas brillen en el cielo. Y que los luciérnagas hagan luz. ¡Me encanta cuando es de noche y se ven las luces de la ciudad!"

Con cada comentario, el miedo de Julián iba disminuyendo. Así que decidió seguir practicando. Cada noche, bajo la luz de la linterna, hablaba como si estuviera en un programa de televisión, describiendo maravillosas cosas relacionadas con la noche.

Un día, mientras paseaba con su mamá, se encontró con un pequeño parque. La luz de la tarde se desvanecía y la oscuridad comenzaba a caer.

"Mamá, ¿podemos quedarnos un rato más?"

"Claro, pero es hora de volver a casa, ya está oscureciendo."

Julián miró las sombras que se formaban entre los árboles y recordó lo divertido que era hablar sobre la noche.

"Mami, ¡mira! Esas sombras parecen un dragón. Y esas luces son como estrellas en miniatura. ¡Hay magia en la oscuridad!"

Su madre sonrió.

"Ves que no es tan mala la oscuridad, cuando aprendés a mirarla de otra forma."

Desde entonces, Julián ya no se escondía bajo las sábanas. Empezó a ver la oscuridad como una parte del día que le traía paz y aventuras. Cada noche era una oportunidad para descubrir algo nuevo. Cuando llegaba la hora de dormir, él decía:

"¡Hoy exploramos el reino de la noche!"

Y así, Julián aprendió a quitarse el miedo y, en su lugar, encontró la belleza del mundo oscuro. La oscuridad se volvió su aliada, su refugio de secretos por descubrir.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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