Luz y el Aula Mágica



Había una vez una estrellita llamada Luz. Era muy curiosa y siempre quería aprender cosas nuevas. Un día, mientras brillaba en el cielo, vio que en la Tierra los niños estaban jugando y aprendiendo en la escuela. Decidió acercarse para descubrir qué hacían.

Luz bajó a la Tierra y se posó en el techo de una escuela. Cuando miró por la ventana, vio a un grupo de niños sentados en pupitres, atentos a su maestra.

"Hola, maestra!" - llamó Luz con su diminuta voz brillando con intensidad.

Los niños se quedaron boquiabiertos, mirando hacia la ventana.

"¡Una estrella!" - exclamó uno de los niños, llamado Tomás, con los ojos llenos de asombro. "¿Qué haces aquí?"

Luz, emocionada, respondió: "He venido a ver lo que hacen aquí en la Tierra y a aprender muchas cosas como ustedes."

Los niños comenzaron a reir y vitorear:

"¡Increíble! Quiere aprender con nosotros!" - dijo una niña llamada Sofía, sonriendo.

La maestra, intrigada, decidió invitar a Luz a entrar al aula. "¿Te gustaría participar en nuestra clase, Luz?"

"¡Sí, por favor!" - respondió la estrellita, brillando aún más de la emoción.

Al instante, Luz se convirtió en una pequeña luz brillante que flotaba por el aula. La maestra empezó la clase de matemáticas.

"Hoy vamos a aprender a sumar y restar" - explicó. "¿Quién puede decirme cuántas estrellas hay en el cielo si hay cinco y aparece una más?"

Luz levantó su luz con alegría. "¡Seis!"

Los niños aplaudieron y la maestra la miró sorprendida. "¡Muy bien! Sabes mucho, Luz!"

Luego, la maestra cambió de tema. "Ahora pasemos a la historia. ¿Alguien sabe quién era el primer hombre en llegar a la Luna?"

Luz, ansiosa por ayudar, dijo: "¡Yo lo sé! Fue Neil Armstrong!"

Los niños gritaron emocionados. "¡Sí, Luz! ¡Estás en lo correcto!"

Cada vez que Luz respondía, se hacía más popular entre el grupo. Pero en un momento, se dio cuenta de que un niño, llamado Mati, estaba muy triste. Se acercó a él.

"¿Por qué estás tan triste, Mati?"

"No puedo entender las matemáticas, siento que nunca voy a aprender" - suspiró el niño.

Luz, llena de luces de esperanza, decidió ayudarlo. "¡No te preocupes, Mati! Aprendamos juntos. La clave está en practicar y no rendirse".

Durante la siguiente actividad, Luz ayudó a Mati mientras los demás niños observaban.

"Mirá, Mati, si tenemos dos estrellas y le agregamos tres más, ¿cuántas hay?" - preguntó Luz, mientras brillaba suavemente.

"¡Cinco!" - respondió Mati con una gran sonrisa.

Los otros niños aplaudieron y se unieron al juego. "Queremos aprender también!" - dijeron y pronto todos estaban sumando y restando bajo la atenta mirada de Luz.

La clase continuó con Luz iluminando las ideas como si fueran estrellas. Pero, de repente, notó que el sol comenzaba a ocultarse. Era hora de que regresara al cielo.

"Oh, no! Tengo que volver!" - exclamó Luz, sintiéndose triste por despedirse.

"No te vayas, Luz! Te vamos a extrañar!" - gritaron los niños.

La maestra se acercó y le dijo: "Luz, has inspirado a estos niños. Llévate un poco de nuestra sabiduría y cuéntale a las estrellas de lo que has aprendido aquí".

"¡Lo haré! Estoy tan feliz de haber venido!" - respondió Luz con un brillo especial.

Al regresar al cielo, Luz miró hacia abajo y vio a sus nuevos amigos hacer tareas con una gran sonrisa. Desde aquel día, cada vez que miraban al cielo y veían a Luz brillar, les recordaba la importancia de aprender, compartir y nunca rendirse.

Y así, Luz se convirtió en una estrella sabia, siempre dispuesta a ayudar a los que estaban en la Tierra.

Fin.

FIN.

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