Luz y la Aventura del Río



Había una vez, en el año 1600, una niña llamada Luz. Era una pequeña valiente que vivía con su abuela, María, en una acogedora cabaña cerca del bosque. Todos los días, Luz acompañaba a su abuela a recoger algodón. Sin embargo, cada mañana enfrentaban un gran desafío: tenían que cruzar un río ancho y peligroso que se encontraba en su camino.

Una mañana radiante, después de un buen desayuno con arepas y miel, María miró a Luz y dijo:

"Hoy será un día especial, mi niña. ¡Vamos a recolectar el mejor algodón!"

Luz sonrió, llena de entusiasmo.

"¡Sí, abuela! Pero... ¿cómo vamos a cruzar el río?"

María se las arregló para sonreír a pesar de la preocupación.

"Siempre encontraremos una manera, Luz. ¡Confía en tus habilidades!"

Las dos cargaron sus cestos y partieron hacia el río. A medida que se acercaban, la corriente se hacía más fuerte y el sonido del agua rugía como un león. Luz observó el río con respeto y un poco de miedo.

"¿Qué pasa si no podemos cruzarlo, abuela?"

María se agachó y le acarició la cabeza.

"Cada desafío tiene una solución. Recuerda cuando trepaste aquel árbol gigante para recoger las naranjas y te caíste. No te rendiste. Lo intentaste de nuevo. Y aunque era difícil, lo lograste."

Luz recordó ese día. Había sido duro, pero había aprendido a perseverar.

"Tienes razón, abuela. Vamos a encontrar una forma de cruzar."

María le sonrió a su dulce nieta.

"Mira hacia la izquierda, Luz, hay una roca grande y plana allí. Tal vez podamos usarla para cruzar."

Juntas, caminaron cuidadosamente hasta la roca. El agua daba latigazos en sus pies, y el corazón de Luz latía fuerte. Pero decidió cerrar los ojos por un momento, respirar hondo y concentrarse.

"Estoy lista, abuela. ¡Vamos!"

"Con cuidado, Luz, paso a paso. Tú puedes."

Luz saltó desde la roca hacia el otro lado, sintiéndose como una gacela. Pero de repente, resbaló y estuvo a punto de caer al agua.

"¡Abuela! ¡Ayúdame!"

María extendió su mano rápidamente.

"¡Agarra mi mano, Luz!"

Con un gran esfuerzo, Luz se aferró a la mano de su abuela y logró salvarse. Sentía el miedo correr por sus venas, pero también sentía que había aprendido algo valioso.

"¡Lo logré, abuela!"

"Claro que sí, mi cielo. Y te has demostrado a ti misma que puedes enfrentar tus miedos. Ahora, ¡sigamos!"

Después de cruzar el río, Luz se sintió llena de confianza. El día transcurrió entre risas y aventuras mientras recogían algodón bajo el sol brillante. Cada vez que Luz veía las nubes moverse en el cielo, imaginaba que eran mariposas danzando en un festival de colores.

Al final del día, regresaron a casa con los cestos llenos. María le dijo:

"Mira todo lo que hemos conseguido, gracias a tu valentía. Los desafíos son oportunidades para crecer."

"Sí, abuela. Nunca lo hubiera logrado sin vos. Aprendí que puedo enfrentar mis miedos y no debo rendirme."

María sonrió con orgullo.

"Siempre estaré aquí para apoyarte, Luz. Somos un equipo. ¡La vida es una aventura!"

Desde aquel día, siempre que enfrentaban un desafío, Luz recordaba el cruce del río y cómo había logrado superarlo con la ayuda de su abuela. Y así, la pequeña Luz creció sabiendo que la valentía y la perseverancia son los mejores amigos que uno puede tener en la vida.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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