Luz y los Colores del Cambio



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una niña llamada Luz. Luz era una niña llena de sueños, le encantaba pintar y quería ser artista. Sin embargo, en su casa y en la escuela, siempre escuchaba que ser artista no era una "profesión para chicas". Su padre decía:

"Es mejor que te dediques a algo más práctico, como la cocina o la costura".

En la escuela, sus compañeros se reían cuando ella decía que quería ser artista:

"Eso es cosa de chicos, Luz", le decían.

Luz se sentía frustrada pero no quería rendirse.

Un día, mientras paseaba por el parque, vio un cartel que anunciaba un concurso de arte para niños. El primer premio era un viaje a la ciudad de la pintura, y Luz sintió que era su oportunidad. Decidió participar a pesar de las dudas de los demás.

"Voy a demostrar que puedo ser artista", decía para sí misma mientras volvía a casa.

Luz comenzó a pintar. Cada día, después de hacer sus deberes, sacaba su caballete y se sumía en un mar de colores. Pintó paisajes, retratos y hasta murales de su pueblo. Se sintió más viva que nunca.

Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha del concurso, la presión aumentaba. Sus amigos la ridiculizaban y su padre seguía insistiendo:

"Luz, no perdás el tiempo con esas cosas. Mejor ayudame en la casa".

Luz, aunque herida, decidió guardarse sus sentimientos y seguir pintando en secreto.

Una tarde, su madre entró a su habitación mientras ella estaba concentrada en un cuadro.

"¿Qué estás haciendo, Luz?"

"Estoy pintando para el concurso, mamá".

"¿Y por qué no me lo dijiste antes?"

"Porque... no creo que pienses que es una buena idea".

Para su sorpresa, su madre sonrió.

"Te equivocás. Siempre creí en tu talento. ¡Mostrame lo que hiciste!"

Luz se animó a mostrarle su pintura y, cuando su madre la vio, no pudo evitar emocionarse.

"¡Es hermosa! Tenés un talento increíble, hija. Deberías participar, de verdad".

Estas palabras llenaron el corazón de Luz de esperanza.

El día del concurso llegó y Luz presentó su cuadro: un paisaje lleno de colores, con un arcoíris brillante en el cielo. Cuando los jueces anunciaron a los ganadores, Luz sentía mariposas en el estómago.

"Y el primer premio va para... ¡Luz!"

La alegría fue indescriptible. Luz corrió a recibir su premio y, cuando subió al escenario, vio a su padre entre el público. Él la observaba con una mezcla de sorpresa y admiración.

"Hiciste un gran trabajo, Lu. Estoy orgulloso de vos".

La niña sintió que sus esfuerzos valían la pena.

Luego, durante el viaje a la ciudad de la pintura, Luz se dio cuenta de que su sueño era posible. Conoció a artistas de diferentes lugares y muchas niñas como ella que también pintaban.

"¿Escucharon? La pintura es para todos, chicos y chicas por igual", decía una de las artistas que conoció.

A su regreso a Arcoíris, Luz decidió hacer algo especial. Organizó un taller de pintura para chicas y chicos en su escuela.

"Todos pueden pintar y todos deben creer en sus sueños", les decía a sus amigos.

La escuela se llenó de colores y risas, y poco a poco, los comentarios negativos fueron desapareciendo. Sus amigos comenzaban a apoyarla y ella les daba la oportunidad de expresarse a través del arte.

"¡Gracias, Luz! ¡Esto es genial!", le decía uno de sus compañeros mientras pintaban juntos.

A través de su pasión, Luz había transformado su vida y la de muchos otros. Aprendió que el arte no tenía género y que los sueños son para todos, sin importar lo que digan los demás.

Y así, Luz no solo se convirtió en artista, sino también en un símbolo de esperanza e inspiración para su comunidad, demostrando que la igualdad y el respeto pueden cambiar el mundo, un color a la vez.

FIN.

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