Luz y su Perro Rayito



Había una vez una niña llamada Luz que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Luz tenía un perrito llamado Rayito, un simpático Cocker Spaniel color dorado que siempre estaba listo para jugar. La niña y su perro eran inseparables. Un día soleado, mientras jugaban en el parque, Luz le dijo a Rayito:

"¡Vamos, Rayito! ¡Atrapa la pelota!"

Rayito corría feliz, con su lengua fuera, tratando de alcanzar la pelota. Unos niños que estaban cerca se acercaron a ver el espectáculo.

"¡Qué perro tan divertido!" - comentó uno de ellos.

"Sí, él es el mejor perro del mundo!" - respondió Luz, llena de orgullo.

Un día, mientras paseaban por el barrio, se encontraron con una anciana que parecía triste.

"¿Por qué estás tan triste, señora?" - preguntó Luz con curiosidad.

"He perdido a mi querido gato, Misi. Se me escapó y no sé dónde buscarlo..." - dijo la anciana con lágrimas en los ojos.

Luz sintió un nudo en la garganta y abrazó fuerte a Rayito.

"No te preocupes, señora. ¡Vamos a buscar a Misi!" - exclamó Luz decidida.

La anciana la miró sorprendida.

"¿De verdad harían eso?" - preguntó, con la esperanza renaciendo en su mirada.

Luz asintió. Así que, con Rayito al lado, comenzaron a preguntar por el vecindario si alguien había visto al gato. Los niños del parque, los adultos que caminaban por la calle, todos se unieron a la búsqueda.

Rayito, con su agudo sentido del olfato, correteaba de un lado a otro. Caminaban durante horas bajo el sol, pero nada. Luz comenzó a desanimarse.

"No sé si lo encontraremos..." - dijo, frunciendo el ceño.

Rayito se sentó a su lado, como si entendiera su tristeza y le dio un lametón en la mano.

"Quizás no sea tan fácil..." - continuó Luz. "Pero no voy a rendirme. Te prometo que haremos todo lo posible."

Finalmente, al caer la tarde, decidieron revisar un último lugar: un viejo parque que estaba un poco alejado y que solía estar lleno de árboles enormes y arbustos. Allí, entre los arbustos, de repente un maullido desgarrador resonó.

"¡Ahí está, Rayito!" - gritó Luz emocionada.

Rayito la siguió, el corazón latiendo a mil por hora. Cuando llegaron, encontraron a Misi atrapado entre unas ramas. Luz, con cuidado, logró liberarlo.

"¡Lo hicimos, Rayito! ¡Lo encontramos!" - exclamó con alegría.

La anciana llegó corriendo al escuchar el maullido y al ver a su gato, no pudo contener las lágrimas de felicidad.

"¡Oh, gracias, gracias! No sé cómo agradecerles. ¡Ustedes son unos valientes!" - dijo, abrazando a Luz y a Rayito.

Luz sonrió, pero esto le había enseñado una valiosa lección. No solo se trataba de jugar y divertirse con su perro, también se trataba de ayudar a los demás. Esa noche, mientras se acurrucaba en su cama, miró a Rayito y le dijo:

"Nosotros somos un gran equipo. Siempre debemos ayudar a quienes nos necesitan." - sonriendo, se quedó dormida, sabiendo que juntos podían hacer grandes cosas.

Desde entonces, Luz y Rayito se convirtieron en los pequeños héroes de su barrio. Todos los días, ayudaban a quien lo necesitara, ya fueran mascotas perdidas o vecinos, porque sabían que juntos tenían el poder de hacer del mundo un lugar mejor. Y así, la amistad entre Luz y Rayito creció cada día más, inspirando a todos a ser más amables y solidarios.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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