Luz y sus Aventuras Desbordantes
Había una vez una niña llamada Luz, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y flores de colores. Desde que despertaba hasta que se iba a dormir, Luz estaba llena de energía y curiosidad. Todo era un gran misterio para ella, y se sentía como una exploradora en un mundo lleno de sorpresas.
Un día, mientras caminaba por el jardín de su casa, se encontró con un pequeño grupo de niños que jugaban a las escondidas.
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó Luz, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Los otros niños se miraron entre sí, un poco inseguros.
"Pero, Luz, no sabemos si te podés estar quieta…" - dijo Tomi, un chico con una gorra roja.
A Luz le dio un pequeño vuelco en el corazón. Ella sabía que a veces le costaba seguir las reglas del juego o quedarse quieta, pero eso no quería decir que no pudiera divertirse.
"¡Prometo que no me voy a mover mucho!" - respondió, entusiasmada.
Sintiéndose un poco rechazada, decidió que tal vez podía hacer algo diferente. Se acercó a su perro, Nieve, que siempre estaba dispuesto a jugar y a la aventura. Juntos, corrieron al parque, donde se dio cuenta de que había un árbol gigantesco, perfecto para escalar.
Mientras subía, Luz soñaba con ser una exploradora famosa. "Quizás descubra un tesoro escondido o un nuevo mundo entre las ramas", pensó. Pero cuando llegó a una rama alta, algo inesperado sucedió: un grupo de aves les empezó a cantar.
"¡Mirá, Nieve! ¡Son como un coro de música!" - dijo Luz, absolutamente emocionada. Pero su emoción se convirtió en un pequeño tropiezo, y casi se cae. Se aferró a la rama, riendo nerviosamente.
Mientras se recuperaba, escuchó una voz proveniente de un árbol cercano.
"¿Te gustaría hacer parte de nuestra banda de música?" - preguntó un loro amarillo que colgaba de una rama.
Luz se quedó boquiabierta. Sus ojos brillaban al mirar al loro.
"¡Sí! ¿Qué debo hacer?" - preguntó, sin poder contener su entusiasmo.
"Sólo debes seguir el ritmo y cantar fuerte aunque te equivoques. Aquí, todos tienen su propio estilo y eso es lo que hace la música especial" - le explicó el loro.
Sin pensarlo dos veces, Luz se unió a la banda de aves. Juntos cantaban, pero Luz, con su energía desbordante, a veces se adelantaba o se despistaba. Sin embargo, las aves no se molestaban.
"¡Genial, Luz! ¡Eso fue increíble!" - exclamó el loro.
Poco a poco, Luz se fue sintiendo más cómoda. Sus emociones, que solían alborotarse con facilidad, empezaron a fluir al ritmo de la música. Cada error le enseñaba a no rendirse, a disfrutar el momento.
Después de un rato, decidió que podía invitar a los otros chicos a unirse a su banda.
"¡Vengan! ¡Tengan una oportunidad de ser parte de esto!" - gritó al grupo de niños del parque.
Al principio, se mostraron inciertos, pero al escuchar la melodía alegre de las aves, poco a poco uno a uno se acercaron, atraídos por el entusiasmo de Luz.
"¿Puedo cantar también?" - preguntó Tomi, con la gorra en mano, sintiéndose un poco nervioso.
"¡Por supuesto! Estás a tiempo para unirte. Cada uno puede aportar algo único a la banda. ¡Antes que nos digan que paremos!" - respondió Luz, riendo.
Mientras todos se unían, Luz se dio cuenta de que nunca tuvo que ser igual a los demás para disfrutar y hacer amigos. Cada uno tenía su propia manera de brillar. La música del grupo resonaba, llenando el aire de alegría y risas.
Al terminar su encantadora sesión, el loro les dijo:
"Recuerden, no hay dos instrumentos iguales. La diversidad es la que crea la melodía más hermosa. Nunca dejen que lo que piensan los demás les frene de seguir sus sueños".
Agradecida y más feliz que nunca, Luz miró a sus nuevos amigos y a Nieve, ahora acurrucado a su lado. Lo más importante de ese día no eran las reglas que seguía, sino la música que creaban juntos, con la energía de Luz brillando a su alrededor. Desde ese día, siempre se reunían para jugar, y Luz aprendió que estar llena de vida y curiosidad era su superpoder.
Y así, Luz se convirtió en una exploradora en su propio mundo lleno de melodías, colores y amistades.
FIN.