Mabel, la cordera en busca de su hogar
Había una vez, en un verde prado de la Patagonia argentina, una pequeña cordera llamada Mabel. Era conocida por su pelaje blanco y suave y su curiosa personalidad. Mabel vivía feliz junto a su familia, un rebaño de ovejas que siempre estaba a su lado. Un día, mientras jugaba explorando los alrededores, se distrajo con unos coloridos mariposas que danzaban en el aire. "¡Mirá qué lindas!"- exclamó emocionada, siguiendo a las mariposas más y más lejos del rebaño.
Sin darse cuenta, Mabel se adentró tan lejos que se perdió. Cuando se dio cuenta de que no oía el balido de su familia, se asustó. "¿Dónde están?"- murmuró, mirando a su alrededor con ojos grandes y asustados.
Mabel decidió que tenía que encontrar el camino de regreso. "No puedo quedarme aquí sola. Tengo que ser valiente"- se dijo a sí misma. Así que empezó a caminar en dirección al sonido del viento, creyendo que podría traerla de vuelta a su hogar.
Mientras exploraba, se encontró con una ardilla llamada Tito que la observaba desde la rama de un árbol. "¿Estás perdida, pequeña cordera?"- le preguntó Tito, moviendo su cola.
"Sí, me perdí mientras seguía a unas mariposas. No sé cómo regresar a mi hogar"- respondió Mabel con una lágrima en el ojo.
"No te preocupes, puedo ayudarte a encontrar el camino"- dijo Tito con una sonrisa. "Pero primero, ¿quieres jugar un rato?"-
Mabel dudó, pero sabía que sería bueno hacer nuevos amigos. "Está bien, juguemos un rato"- aceptó.
Mientras corrían de un lado a otro, se divirtieron mucho. Mabel nunca había jugado con un animal distinto a su rebaño, y eso le hizo sentir un poco menos sola. Pero luego recordó su misión y se lo dijo a Tito. "Tenemos que seguir buscando"-
"Claro, pero antes tenemos que tener un plan. Necesitamos orientación. ¿Conoces a alguien que sepa del lugar?"- preguntó Tito, intrigado.
"Tal vez el sabio búho que vive en el gran roble sepa"- sugirió Mabel.
"Vamos, ¡buena idea!"- respondió Tito, y juntos se dirigieron hacia el roble.
Al llegar, encontraron al búho posado en una de las ramas. "¿Hola, señor búho?"- saludaron. "Estamos buscando el camino de regreso al prado. Mabel se ha perdido"- explicó Tito.
"Hmm, ya veo"- dijo el búho, ajustándose las gafas. "He visto su rebaño cerca del arroyo al amanecer. Tienes que seguir hacia el este, pero ten cuidado, hay un camino complicado y debes ser muy astuta"- agregó el búho, guiñando un ojo.
Mabel agradeció al búho y siguió el camino junto a Tito. Al principio, todo parecía ir bien. Pero al poco tiempo encontraron un río. "No puedo cruzarlo"- dijo Mabel, mirando con preocupación las aguas rápidas.
"No te preocupes, Mabel. Puedo ayudarte a construir un puente con estas ramas que hay aquí"- sugirió Tito. Juntos reunieron ramas y piedras y, trabajando en equipo, lograron hacer un pequeño puente.
"¡Lo logramos!"- gritaron al unísono al cruzar.
Después de sigue caminando, Mabel empezó a reconocer el paisaje. "¡Mira! ¡Es la colina donde siempre jugamos!"- exclamó, llena de esperanza. Así que apuraron el paso. Pero justo cuando estaban por llegar, un gran viento sopló, y Mabel sintió miedo de que se alejara más como había hecho antes. "Y si me vuelvo a perder..."- pensó en voz alta.
"No te preocupes, Mabel. ¡Tú eres más valiente de lo que crees! Solo tienes que recordar el camino y confiar en ti misma"- le afirmó Tito.
"Tenés razón, Tito. ¡Voy a ser valiente!"- dijo con determinación.
Juntas, recorrieron el lugar hasta que finalmente llegaron a la cima de la colina. Desde allí, pudieron ver el prado y, en el campo, a su familia pastando tranquilamente. "¡Mirá! Ahí están mis ovejas!"- gritó Mabel, saltando de alegría. "Gracias, Tito, lo logramos juntos"-
"Siempre estaré aquí para ayudarte, amiga"- dijo Tito con orgullo.
Mabel se despidió del ardillo con un abrazo y bajó corriendo hasta su rebaño. "¡Mamá, papá!"- gritó al acercarse. Su madre, al reconocer a Mabel, corrió a recibirla."¡Mabel! Nunca más te alejes un poco, te extrañamos tanto"- dijo su madre, emocionada.
"Lo prometo, pero aprendí algo importante: ser valiente no significa no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de ello y nunca dejar de buscar ayuda"- explicó Mabel, sonriendo mientras abrazaba a su familia. Así, Mabel comprendió que, aunque había sido un día aterrador, había crecido muchísimo al descubrir su fortaleza y el valor de la amistad. Y desde ese día, siempre jugaba con los amigos en el prado, pero nunca dejaba de estar cerca de su familia. Y así, Mabel vivió aventuras, pero con el corazón siempre conectado a los que amaba.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.