Magalí y la carrera triunfal
Magalí era una niña alegre y valiente que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy pequeña, había descubierto su pasión por los caballos y la equitación.
Todos los días, después de la escuela, corría hacia la escuela de equitación y aventura donde aprendía a montar con sus amigas. Su caballo favorito se llamaba Milagro, un hermoso corcel blanco con ojos brillantes como estrellas.
Magalí sentía una conexión especial con él, como si pudiera entenderla sin necesidad de palabras. Juntos formaban un equipo imparable en las competencias y travesías por el campo. Sin embargo, no todo era perfecto en la vida de Magalí.
Su tía Marta, una mujer malvada y amargada, siempre se oponía a que Magalí montara a caballo. Le decía que era peligroso, que podía lastimarse y que era mejor dedicarse a actividades más "adecuadas para una niña".
Un día, mientras Magalí se preparaba para participar en una importante carrera ecuestre, su tía Marta apareció en el establo con una mirada desafiante. "¡Magalí! ¿Qué crees que estás haciendo? No permitiré que arriesgues tu vida montando a ese animal salvaje", gritó Marta con voz amenazante.
Magalí sintió miedo e incertidumbre ante las palabras de su tía, pero algo dentro de ella le dijo que no podía renunciar a su pasión por los caballos. "Tía Marta, entiendo tus preocupaciones, pero Montar a Milagro es lo que me hace feliz.
Confío en él tanto como él confia en mí", respondió Magali con determinación. Marta frunció el ceño y advirtió: "Si decides seguir adelante con esto, te quedarás sin cena durante toda la semana".
A pesar del chantaje emocional de su tía, Magalí sabía lo importante que era seguir sus sueños y defender lo que amaba. Sin dudarlo un segundo más, se subió a lomos de Milagro y juntos salieron disparados hacia la pista de carreras.
La competencia estaba reñida ese día; los obstáculos eran desafiantes y los otros jinetes demostraban ser dignos contrincantes. Pero Magali confiaba plenamente en Milagro y juntos superaron cada obstáculo con gracia y destreza.
Al llegar a la meta en primer lugar, Magali sintió una mezcla de emoción y alivio al ver orgullosas sonrisas en el rostro de sus amigas y entrenadores. Saberse capaz de lograrlo llenó su corazón de alegría.
Cuando regresó al establo junto a Milagro victoriosos, encontró allí esperándola Tia Marta quien tenía lágrimas en los ojos. "Perdóname querida sobrina, he sido egoísta al negarte hacer lo qué te hace feliz. Hoy comprendo cuánto te importan estos animales maravillosos, has demostrado tener valor, fuerza e inteligencia.
" Desde ese día Tia Marta cambió completamente su actitud hacia Magali. Se convirtió apoyarla incondicionalmente no solo en sus aventuras ecuestres sino también en todos sus proyectos futuros.
Magali aprendió entonces dos grandes lecciones: nunca rendirse ante las dificultades ni dejar que nadie le quite la posibilidad de perseguir sus sueños.
FIN.