Maia y las Familias del Mundo
Era un día soleado en Barcelona, y Maia, una niña de siete años, estaba jugando en el parque con sus dos mamás, Andrea y Júlia. Mientras jugaba en el columpio, escuchó a un grupo de niños conversar sobre sus familias. Se acercó con curiosidad.
- ¿Qué están diciendo? - preguntó Maia.
- Estábamos hablando de cómo es nuestra familia - respondió Lucas, un niño del grupo.
- ¡Yo también tengo una familia! - exclamó Maia, orgullosa.
- ¿Y cómo es? - preguntó Sofía, una niña con trenzas.
- Tengo dos mamás, Andrea y Júlia. - contestó Maia, sonriendo.
- ¡Qué genial! - dijo Lucas. - Yo tengo un papá y una mamá. ¡Pero tengo un amigo que tiene dos papás!
Maia se quedó pensando. Nunca había conocido a alguien que tuviera una familia diferente a la suya.
- ¿Dos papás? - preguntó con sorpresa.
- Sí, es verdad. Se llaman Carlos y Joaquín. - explicó Lucas. - Vivimos en la misma cuadra, vení, te los presento.
Maia siguió a Lucas, y en cuestión de minutos, se encontró frente a una linda casa. Carlos y Joaquín eran muy simpáticos y acogedores.
- Hola, Maia, encantados de conocerte - dijeron al unísono.
- ¡Hola! - respondió Maia, un poco tímida. - Ustedes son dos papás, ¿verdad?
- Así es, somos una familia - dijo Joaquín con una sonrisa. - Y tenemos un hijo adoptado, se llama Matías.
Maia sintió que su corazón latía con fuerza. La idea de adoptar le resultaba fascinante y le trajo muchas preguntas.
- ¿Qué significa adoptar? - preguntó Maia, curiosa.
- Significa que hay niños que necesitan una familia, y nosotros decidimos darle un hogar a Matías - explicó Carlos.
- ¡Eso es increíble! - exclamó Maia. - Yo tengo una amiga que siempre habla de cómo su abuelo la adoptó. ¡Es tan especial tener una familia de esa manera!
Durante el resto de la tarde, Maia jugó con Matías, y compartieron historias sobre sus familias.
Sin embargo, mientras regresaba a casa con sus mamás, se sintió un poco insegura.
- Mamás, hay muchas maneras de tener una familia, ¿verdad? - preguntó Maia.
- Así es, cariño. Cada familia es especial y única - respondió Andrea.
- Pueden ser como la tuya o la de Matías, o incluso diferentes - añadió Júlia. - Lo importante es el amor que hay en cada familia.
- ¡Sí! - dijo Maia emocionada, recordando todas las familias que había conocido. - Quiero aprender más sobre ellas. ¿Podemos hacer algo?
- Claro, ¿qué tienes en mente? - preguntó Andrea.
- ¿Y si organizamos una fiesta en el parque donde cada uno traiga a sus familias? ¡Podemos hacer juegos, contar historias y aprender unos de otros! - propuso Maia, con entusiasmo.
Júlia y Andrea se miraron orgullosas y asintieron.
- ¡Esa es una idea maravillosa! - dijo Júlia.
Así que trabajaron juntas para organizar la fiesta. Maia invitó a todos sus amigos y sus familias, y el día llegó. En el parque, había papás, mamás, niños adoptados, familias con dos papás y familias con una sola mamá. Todos estaban contentos de compartir lo que los hacía únicos.
- ¡Hola a todos! - saludó Maia. - Hoy estamos aquí para celebrar nuestras familias. ¡Cada una es especial porque está llena de amor! -
Los adultos sonrieron y los niños comenzaron a jugar. La felicidad llenaba el aire. Maia se sintió muy feliz al ver cómo todos se unían y compartían sus historias.
- Mi mamá y mi papá se conocieron en el colegio - decía Sofía.
- Mis papás se casaron en un parque y ahora tenemos un perrito - contaba Lucas.
- Yo, en cambio, tengo dos mamás, y me hacen sentir muy amada - dijo Maia, con el corazón lleno de alegría.
Al final del día, Maia se sentó en el césped con sus mamás, sintiendo que había aprendido tanto sobre el amor y la diversidad.
- Gracias, mamás. Hoy me siento más feliz que nunca - dijo Maia, sonriendo de oreja a oreja.
- Nosotros también - dijeron Andrea y Júlia, abrazándola con cariño.
Y así, Maia entendió que lo importante en una familia no es su forma, sino el amor que comparten. Y desde ese día, se convirtió en una pequeña embajadora de la diversidad familiar, alentando a todos a celebrar sus historias y sus diferencias con orgullo en el corazón.
FIN.