Maite y la Magia de la Naturaleza



Érase una vez una niña llamada Maite que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas y bosques verdes. Desde muy pequeña, Maite pasaba sus días explorando la naturaleza, corriendo entre los árboles, jugando con las flores y escuchando el canto de los pájaros. No había televisión, videojuegos ni internet en su hogar, pero Maite jamás se sentía sola. Su mejor amiga era la naturaleza misma.

Un día, mientras estaba sentada bajo un gran roble, decidió que quería compartir su amor por el mundo natural con otros niños del pueblo. "¡Voy a organizar una feria de la naturaleza!"- exclamó. Maite quería mostrar a sus amigos las maravillas que había descubierto durante sus aventuras.

Esa tarde, Maite corrió hacia la casa de su amigo Lucas. "¡Lucas! Quiero que me ayudes con algo especial. Voy a hacer una feria donde enseñaremos a todos sobre las plantas y los animales que hay en el bosque. Necesito tu ayuda para invitar a los demás niños"-

"¡Suena genial, Maite! Pero, ¿cómo convenceremos a los demás? Muchos de ellos pasan todo el día jugando con sus teléfonos"- le respondió Lucas con un poco de incertidumbre.

Maite pensó un momento. "Podemos hacer actividades divertidas, como buscar insectos y hacer manualidades con hojas. También podríamos contar historias sobre los animales"- propuso.

El día de la feria, Maite y Lucas estaban emocionados. Aunque el sol brillaba con mucha fuerza, eso no detendría a los amigos. Invitaron a todos los niños del pueblo con dibujos coloridos y pronto, varios de ellos llegaron con caras de curiosidad. Al principio, algunos estaban más interesados en sus dispositivos electrónicos que en lo que Maite tenía para ofrecer.

"¡Miren este escarabajo!"- gritó Maite mientras sostenía un insecto brillante en su mano. "Se llama luciérnaga y puede brillar en la oscuridad, ¡es mágico!"-.

Muchos niños se acercaron, intrigados por la luz del animalito. Maite hizo un gesto y los llevó a un rincón donde habían recolectado pequeñas linternas hechas con botellas recicladas y luces de led solares. "Si hacemos un recorrido por el bosque al anochecer, podemos ver a las luciérnagas brillar junto a nuestras linternas"-, dijo.

Poco a poco, más niños se unieron a la feria. Maite había preparado una actividad para hacer máscaras de animales con hojas y ramas. "¡Vamos a convertirnos en los animales del bosque!"- exclamó. Los niños comenzaron a reír y a disfrutar, olvidándose de sus aparatos tecnológicos.

Mientras se divertían creando sus máscaras, una niña llamada Sofía se acercó a Maite y le habló en voz baja. "No sé si quiero hacerla, porque no sé mucho sobre naturaleza"-.

"No te preocupes, Sofía. La mejor forma de aprender es simplemente intentarlo. ¡Mirá cómo lo hago!"- animó Maite, mostrándole cómo hacer una máscara de zorro. Enseguida, Sofía se unió y pronto todos estaban riendo y compartiendo lo que habían aprendido.

Al finalizar el día, todos los niños estaban cansados pero felices. Maite había logrado lo que se había propuesto: enseñar a sus amigos a amar la naturaleza. "Esto fue increíble, Maite. ¡Los árboles son más divertidos de lo que pensaba!"- dijo Lucas, aún con su máscara de búho.

"Sí, y hay tantas cosas más que podemos descubrir juntos. La naturaleza es nuestra amiga y siempre tiene algo nuevo que enseñarnos"-, respondió Maite, con una sonrisa.

Con el tiempo, el amor por la naturaleza creció entre los niños del pueblo, y juntos decidieron organizar ferias cada temporada, para seguir explorando y compartiendo sus experiencias y aprendizajes. Así, Maite no solo mostró a sus amigos las maravillas del mundo natural, sino que también los inspiró a ser curiosos y a cuidar el lugar donde vivían.

Desde aquel día, la magia de la naturaleza se convirtió en parte de sus vidas. Y aunque pasaron muchos años, el recuerdo de aquel primer día de feria siempre permaneció en sus corazones, recordándoles que la verdadera aventura estaba solo a un paso de casa, siempre al aire libre.

FIN.

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