Malena y el Cristal Perdido
Era un día soleado cuando Malena, una niña de 7 años, decidió salir a navegar con su papá en su pequeño bote. En su mano, llevaba su tesoro más preciado: un cristal hermoso y brillante que había encontrado en la playa. Ella lo consideraba perfecto y no podía dejar de admirarlo.
"¡Mirá, papá! ¡Es el cristal más lindo del mundo!" - exclamó Malena, mostrando su tesoro mientras el sol iluminaba los colores del cristal.
"Es realmente hermoso, Malena. Pero cuidado, no lo dejes caer al agua" - le advirtió su papá mientras remaba.
Malena, absorta en la belleza del cristal, no escuchó del todo y continuó jugando con él. Pero, de repente, una ola más fuerte que las demás hizo que el bote se moviera. El cristal se le resbaló de sus dedos y cayó al agua.
"¡Nooo! ¡Mi cristal!" - gritó Malena desesperada, mientras miraba cómo se hundía en el agua.
Su papá la abrazó.
"Lo siento, Malena, no podemos verlo más. Pero mira, en el fondo del agua hay muchas otras cosas brillantes" - intentó consolarla.
Malena se secó las lágrimas y, pensando que su papá tenía razón, comenzó a mirar hacia abajo. En el fondo del lago, pudo ver reflejos de luz que se movían.
"¡Mirá! ¡Hay peces! Y... ¿esos son caracoles?" - preguntó, notando un mundo submarino que nunca había visto antes.
Su papá sonrió y le dijo:
"Sí, ese es el mundo que no podemos ver todo el tiempo. A veces, perder algo puede hacer que encontremos otras cosas igual de bellas".
Malena decidió que no iba a estar triste por su cristal.
"¡Vamos a seguir explorando!" - dijo, sonriendo y sintiéndose emocionada por la aventura.
Así que siguieron recorriendo el lago, observando los pájaros volar y los árboles danzar por el viento. De repente, un grupo de patos pasó cerca del bote.
"¡Mirá! ¡Son tan graciosos!" - rió Malena.
Con cada momento que pasaba, Malena se daba cuenta de que había más belleza en el mundo que solo su cristal. Mientras navegaban, se encontró con una isla pequeña.
"Papá, ¿podemos ir?" - preguntó, llena de curiosidad.
"Claro, vamos a investigar" - respondió, acercando el bote a la orilla.
Al desembarcar, Malena corrió por la arena y encontró conchas y piedras de colores. Entre ellas, encontró una piedra que brillaba al sol.
"¡Mirá, papá! ¡Yo tengo otra cosa brillante!" - dijo Malena con una sonrisa.
"Esa también es muy bonita, Malena. Cada tesoro que encontramos en esta aventura es único en su forma" - le dijo con ternura.
Malena comprendió que aunque su cristal era especial, había otros tesoros que podía descubrir. La mañana pasó, y al final del día, volvieron a casa con montones de recuerdos y hasta una pequeña colección de piedras y conchas.
"¿Sabes, papá? Creo que he aprendido algo hoy" - dijo Malena mientras se acomodaba en su cama.
"¿Qué aprendiste, hija?" - preguntó su papá mientras le leía un cuento.
"Que aunque pierda algo que quiero, hay un montón de cosas por descubrir y disfrutar alrededor mío" - contestó, con una sonrisa en su rostro.
Y así, Malena cerró los ojos esa noche, soñando con nuevas aventuras y con la certeza de que siempre habría algo brillante por encontrar, en el mundo o en su corazón.
FIN.