Mamá, la Superheroína Comprensiva
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una mamá llamada Clara que era conocida por ser la madre más buena y comprensiva de todas. Sus hijos, Lucho y Sofía, la adoraban. Clara siempre escuchaba sus problemas y les daba todo lo que pedían. Pero lo que ellos no sabían, era que esta amabilidad a veces traía situaciones inesperadas.
Un día, después del colegio, Lucho llegó corriendo a casa.
"¡Mamá! ¡Mamá! ¡Hoy me dieron un cero en matemáticas porque no hice mi tarea!"
"No te preocupes, hijo. La próxima vez, pide ayuda y yo te ayudo con lo que necesites. Nunca es tarde para aprender. ¡Vamos a hacer la tarea juntos!" respondió Clara sonriendo.
Sofía, escuchando desde la cocina, dijo:
"Mamá, yo quiero hacer mi tarea también, mismo si la veo muy fácil. Siempre tengo 10 en matemáticas!"
"¡Perfecto, Sofi! Pueden ayudar a Lucho juntos, así unificados logran aprender más," dijo Clara, feliz por la unión de sus hijos.
Sin embargo, el día siguiente, Lucho decidió no hacer su tarea nuevamente, pensando que su mamá lo ayudaría como siempre. Cuando volvió a casa, Clara lo recibió.
"Hola, Lucho. ¿Hiciste tu tarea?" preguntó, con voz suave.
"No, pero sé que vas a ayudarme como el otro día. ¡Así que no hay problema!" respondió Lucho confiado.
Clara se sintió un poco preocupada, pero decidió mantener su actitud comprensiva.
"Está bien, haremos la tarea juntos. Pero esta vez, quiero que tú la empieces primero y me digas qué necesitas."
Como pasaban los días, Lucho seguía sin hacer su tarea. Sofía, en cambio, continuaba esforzándose y obteniendo buenas notas. La mamadera de oro de Clara comenzó a sentirse un poco más pesada.
Un miércoles, Clara tuvo una idea. Decidió organizar un concurso familiar de matemáticas para motivar a sus hijos.
"¡Familia! Este fin de semana haremos un concurso de matemáticas. El que gane obtendrá un premio especial. ¿Qué les parece?" anunció Clara con entusiasmo.
"¡Yo quiero participar!" exclamó Sofía.
"Pero... ¿qué pasa si no me va bien?" dijo Lucho, dudando.
"No te preocupes, Lucho. Lo importante es que te esfuerces y, además, puedes practicar con nosotros esta semana. ¡Así ganarás confianza!" respondió Clara, tratando de animarlo.
Los días pasaron y Sofía se dedicó a entrenar para el concurso, mientras que Lucho seguía dejando todo para el último momento. Todo llegó a su punto el día del concurso.
Cuando Clara empezó a hacer las preguntas, Sofía brilló al responder rápidamente.
"¡Diez!" grita Sofía, levantando la mano.
"Correcto, Sofía," dice Clara.
Pero cuando llegó el turno de Lucho,
"Lucho, ¿cuánto es 7 + 8?" preguntó Clara,
"Uh... eh... no sé..." balbuceó Lucho, con la cabeza gacha.
Todo el esfuerzo de Sofía fue recompensado cuando ganó el concurso. Sin embargo, Clara vio la tristeza en el rostro de su hijo.
"Lucho, ¿qué te pasa?" preguntó Clara, preocupada.
"No pude hacerlo, no me preparé. Me siento mal, mamá."
Clara, dándose cuenta de su error, decidió hablar honestamente con los niños.
"Sabes, Lucho, estuve tan concentrada en ser buena y comprensiva que olvidé enseñarte la importancia de esforzarte y responsabilidades. Ser comprensivo está bien, pero también debo ser firme, y ustedes deben aprender a asumir sus responsabilidades."
"Sí, mamá, lo entendemos," dijo Sofía.
"¡Voy a intentar hacer mi tarea de ahora en adelante!" exclamó Lucho, lleno de determinación.
Desde aquel día, Clara equilibró su amabilidad con un poco más de firmeza. Lucho comenzó a ayudar a Sofía en sus materias, mientras que Sofía le enseñaba con paciencia. Al final del mes, Lucho aprobó todas sus materias y se sintió muy orgulloso.
Así, Clara aprendió que ser comprensiva está bien, pero también es importante empujar a los niños hacia el esfuerzo y la responsabilidad. Lucho y Sofía aprendieron a trabajar juntos y a enfrentar los desafíos con valentía. Y así, la familia se unió más que nunca, construyendo una relación sólida y llena de amor.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.