Mamá Natalia y el Viaje de los Sueños



Había una vez, en un pequeño y colorido barrio de Buenos Aires, una mamá llamada Natalia y su hijo Asier, un niño de siete años lleno de curiosidad. Natalia había trabajado duro para criar a Asier y siempre le enseñaba la importancia de soñar en grande.

Un día soleado, mientras paseaban por el parque, Asier vio un globo de helio volando alto en el cielo.

"¡Mamá, quiero un globo así de grande! ¡Quiero que vuele!" - dijo Asier emocionado.

"¡Claro que sí, mi amor! Pero recuerda, los globos solo vuelan porque son ligeros y están llenos de aire. En la vida, también debemos aprender a ser ligeros de corazón y llenarnos de sueños para alcanzar nuestras metas." - respondió Natalia sonriendo.

Asier miró a su mamá con ojos brillantes. "¿Y cómo hacemos eso, mamá?" - preguntó.

"Primero, debemos saber qué es lo que realmente queremos. Vamos a escribir una lista de nuestros sueños" - sugirió Natalia.

Esa noche, mamá e hijo se sentaron juntos en la mesa con papel y lápiz.

"Yo quiero ser astronauta, viajar a otros planetas y ver estrellas de cerca" - escribió Asier.

"Ese es un gran sueño, Asier. Pero para lograrlo, tendrás que estudiar mucho y aprender sobre el espacio. ¿Qué más quieres?" - le animó mamá.

"Quiero tener un perro y llevarlo a pasear. Y también deseo aprender a tocar el piano" - dijo Asier, mientras su mamá escribía todo.

Pasaron los días y Natalia seguía ayudando a Asier a trabajar en sus sueños.

"Mañana tenemos una excursión a la escuela de música. ¡Podrás ver lo divertido que es tocar un instrumento!" - le dijo Natalia.

"¡Sí! ¡Estoy ansioso por tocar el piano!" - exclamó Asier.

El día de la excursión llegó. Cuando Asier llegó a la escuela de música, vio a otros niños tocando diferentes instrumentos y un piano brillante. Fue una experiencia mágica.

"¡Mirá! Ese chico suena increíble, ¿verdad, mamá?" - dijo Asier lleno de entusiasmo.

"Sí, cariño. Pero recuerda, cada uno tiene su propio ritmo. Solo debes practicar, y pronto tú también lo harás así de bien" - le explicó su mamá.

Asier se inscribió en clases de piano, y aunque al principio le costaba, nunca se rindió. Con paciencia y esfuerzo, empezó a tocar sus primeras canciones.

Un día, mientras practicaba, su mamá llamó su atención. "¡Asier, ven a ver lo que tengo!" - dijo Natalia mientras sujetaba un libro de imágenes.

"¿Qué es, mamá?" - preguntó curioso.

"Es un libro sobre el espacio y los planetas. Creo que puede ayudarte con tu sueño de ser astronauta" - le contestó.

"¡Guau! ¡Gracias, mamá!" - dijo Asier entusiasmado.

Se pasaron horas mirando las imágenes deslumbrantes del universo, y Asier se sintió inspirado a compartir todo lo que aprendía.

"Mamá, en la escuela quiero contarles a mis amigos sobre este libro y los planetas. Ellos también pueden soñar conmigo" - sugirió.

"¡Qué idea maravillosa, Asier! Compartir tus conocimientos es una manera de inspirar a otros" - afirmó Natalia.

Días después, Asier llevó el libro a la escuela y sorprendió a sus compañeros con su presentación. Todos estaban fascinados por las imágenes y los datos que les contó sobre los planetas. Fue un momento especial para él.

Sin embargo, un grupo de niños empezó a burlarse de Asier, diciendo que no podía ser astronauta porque era muy pequeño.

"No dejes que las palabras de los demás te afecten, Asier" - le dijo mamá esa noche.

"Si tú crees en tus sueños y trabajas duro, nada es imposible. Recuerda que cada persona es diferente y sus sueños también lo son".

"Tienes razón, mamá. No voy a dejar que eso me detenga" - respondió Asier, firme.

Así, con el apoyo incondicional de su mamá y su determinación, Asier continuó practicando el piano y aprendiendo sobre el espacio. Con cada paso que daba, se sentía más ligero de corazón, listo para volar alto como su globo del parque.

Un día, Asier decidió organizar un concierto en su casa con todos sus amigos.

"Mamá, quiero tocar el piano para mis amigos y contarles sobre el espacio. Será una gran diversión" - dijo emocionado.

"¡Esa es una idea fantástica, Asier! Te ayudaré a organizar todo" - respondió Natalia.

El día del concierto, Asier estaba nervioso, pero también muy emocionado. Cuando llegó el momento, subió al escenario de su pequeña sala, y aunque al principio se le trabaron los dedos, recordaba que sus sueños eran más grandes que cualquier nervio. Con una sonrisa, comenzó a tocar su canción favorita y sus amigos aplaudieron entusiasmados.

"¡Eres increíble, Asier!" - gritaron sus amigos.

"¡Gracias! ¡Ahora les contaré sobre Marte y las estrellas!" - respondió con entusiasmo.

Mamá Natalia estaba muy orgullosa. Ese día, Asier no solo tocó el piano, sino que también aprendió la lección más valiosa de su vida: Los sueños son como globos que pueden volar alto, siempre y cuando mantengamos nuestros corazones ligeros y llenos de esperanza.

Desde entonces, Asier siguió trabajando por sus sueños, y un día, cuando creció, decidía convertirse en astronauta, pero siempre recordaba que lo más valioso era el camino que recorrió junto a su mamá, lleno de aprendizaje y amor.

Y así, juntos, Natalia y Asier demostraron que no hay sueños demasiado grandes ni tampoco corazones demasiado pequeños para alcanzarlos.

Fin.

FIN.

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