Mamá Perfecta
En un pequeño y colorido vecindario, existía una familia muy especial. La madre de la casa, Clara, era conocida como la "Mamá Perfecta". Cada niño del barrio la admiraba por su gran cariño y dedicación, y sobre todo, por las deliciosas galletas que siempre sacaba del horno después de la escuela.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras los árboles, los tres hijos de Clara, Lucas, Sofía y Mateo, se acomodaron en la mesa de la cocina mientras ella preparaba la merienda.
"Mamá, ¿por qué siempre dices que el amor es como una galleta?" - preguntó Lucas, acariciando la caja de galletas recién horneadas.
"Porque el amor se comparte, se disfruta, y siempre hay un poquito más para quienes lo necesitan" - respondió Clara mientras sonreía.
Sofía, que estaba dibujando en su cuaderno, levantó la mirada con curiosidad.
"Pero, mamá, ¿qué hace una mamá como vos? A veces creo que nunca descansás" - soltó, dejando caer el lápiz.
"Hago muchas cosas, mis amores. Soy cocinera, maestra, enfermera, y también una gran oyente" - dijo Clara mientras servía las galletas en un plato.
Mateo, el más pequeño, miró a su madre con ojos asombrados.
"¡Wow, mamá! ¿No te cansás nunca?" - preguntó con inocencia.
Clara se echó a reír, "A veces sí, pero pensá: cuando veo sus sonrisas, mi corazón se llena de energía".
Pero ese día, algo diferente iba a suceder. Mientras ellos disfrutaban de las galletas, el teléfono sonó. Clara contestó y su rostro se tornó pensativo.
"Hola, sí... ¿cuándo? Oh, no... esto es muy inesperado" - murmuró, preocupada.
Luego de la llamada, Clara se acercó a sus hijos con una expresión de seriedad.
"Chicos, tengo que salir un momento. Hay un pequeño problema en la escuela de su amigo Emiliano. Les prometo que volveré pronto".
Los niños miraron a su madre, desconcertados.
"¿Vas a dejar las galletas solas?" - preguntó Lucas, algo preocupado.
"No, ¡no se preocupen! Les voy a dejar todo preparado. Es solo un momentito. Todo va a estar bien" - aseguró Clara, dándoles un abrazo.
Una vez que mamá se fue, los niños comenzaron a hablar entre sí.
"¿Qué pasará con Emiliano?" - preguntó Sofía.
"No lo sé, pero mamá siempre ayuda a los demás" - respondió Mateo.
"Ella es la mejor mamá del mundo" - agregó Lucas.
Transcurrieron unos minutos y los niños decidieron hacer algo especial mientras mamá no estaba.
"Podríamos preparar una sorpresa para cuando vuelva" - sugirió Sofía, agitando su lápiz.
"Sí, ¡una tarjeta!" - exclamó Lucas.
Con lápices de colores y cartulina, se pusieron a trabajar en una tarjeta. La escribieron con mucho amor, decorándola con dibujos y palabras que describían lo que significaba su mamá para ellos.
"Yo quiero poner que es nuestra heroína" - dijo Mateo mientras coloreaba una capa en el dibujo de Clara.
"Y que hace las mejores galletas siempre" - agregó Lucas.
Cuando Clara regresó, la casa estaba llena de alegría y risas.
"¡Sorpresa!" - gritaron los niños al verla, sosteniendo la tarjeta en alto.
Clara se emocionó y los abrazó a todos.
"¿Qué es esto?" - preguntó sorprendida.
"Es una tarjeta para recordarte lo increíble que sos, mamá" - respondió Sofía con una gran sonrisa.
Clara leyó la tarjeta, sintiendo su corazón estallar de felicidad.
"Gracias, mis amores, esto es el mejor regalo que podía recibir. ¿Ven? A veces, el amor de una mamá no solo está en lo que hace, sino también en lo que sienten sus hijos por ella" - dijo, con los ojos brillantes.
Y así, aquella tarde terminó en risas alrededor de la mesa, compartiendo galletas y prometiendo que siempre se cuidarían mutuamente. Los niños entendieron que no necesitaban ser perfectos, porque su mamá ya les enseñaba que el verdadero amor se trata de estar presente, de ayudar y de compartir momentos especiales. Desde ese día, cada vez que disfrutaban de una galleta, recordaban que el amor de mamá era el ingrediente más importante de su vida.
FIN.