Manchita aprende su lección
Manchita era una perrita muy juguetona y curiosa. Le encantaba correr por la casa de un lado a otro, saltar sobre los muebles y morder sus juguetes favoritos.
Pero lo que más disfrutaba era salir a jugar con su mamá y su hermana en la plaza del barrio. Una tarde, mientras jugaban juntas en la plaza, Manchita se escapó para perseguir una mariposa que revoloteaba cerca de allí.
Corrió tan rápido como pudo detrás de ella, sin darse cuenta de que se estaba alejando cada vez más de su familia. - ¡Manchita! ¡Vuelve aquí! -gritó su mamá al verla desaparecer entre los árboles. Pero Manchita no escuchó. Estaba demasiado concentrada en atrapar a la mariposa.
Siguió corriendo hasta llegar a un callejón oscuro y solitario, donde finalmente logró atraparla. Pero cuando quiso volver con su familia, se dio cuenta de que estaba perdida.
No reconocía nada de lo que veía a su alrededor y comenzó a sentirse muy asustada. - ¿Mamá? ¿Hermana? -ladró con todas sus fuerzas mientras buscaba desesperadamente algún rastro familiar. Pero nadie respondió.
La noche empezaba a caer y el frío comenzaba a hacerse sentir en las calles vacías del barrio. Manchita decidió entonces buscar refugio en algún lugar seguro para pasar la noche. Y fue así como encontró una pequeña casita abandonada en medio del camino.
Entró temerosa pero al mismo tiempo contenta de haber encontrado un lugar donde pasar la noche. Se acurrucó en una esquina y cerró los ojos, sintiendo el calor que emanaba del suelo. Pero a medida que pasaban las horas, Manchita comenzó a extrañar cada vez más a su familia.
Recordaba los juegos en la plaza, las caricias de su mamá y el amor de su hermana. - Ojalá pudiera volver con ellas -suspiró antes de quedarse dormida. Al día siguiente, cuando despertó, decidió salir en busca de su familia nuevamente.
Salió corriendo por las calles del barrio, sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. Pero entonces ocurrió algo inesperado.
En una calle cercana vio a lo lejos una figura conocida: era su mamá que la estaba buscando desesperadamente desde ayer por la tarde. Manchita se emocionó tanto al verla que corrió hacia ella ladrando y saltando.
Su mamá la abrazó fuerte mientras lloraba de alegría:- ¡Manchita! ¡Te encontré! Desde ese día, Manchita aprendió una gran lección: nunca debía alejarse demasiado de quienes querían y cuidaban de ella. Y así fue como volvió a jugar felizmente con su familia en la plaza del barrio, sintiéndose protegida y amada para siempre.
FIN.