Manchitas y la pelota del vecino



Un día soleado, Manchitas y su dueña estaban jugando con una pelota de tennis en el parque.

La pequeña perrita saltaba y corría felizmente detrás de la pelota, mientras que su dueña la animaba desde el otro lado del campo. De repente, la pelota salió volando por encima de las rejas del parque y aterrizó en el jardín del vecino más gruñón del barrio.

El hombre era conocido por ser muy malhumorado y no le gustaba mucho tener visitas inesperadas. - ¡Oh no! -dijo la dueña de Manchitas-. La pelota ha caído en el jardín del señor Grinch.

¿Qué vamos a hacer ahora? Manchitas levantó sus orejas y miró a su dueña con ojos suplicantes, como si quisiera decirle que ella podía recuperar la pelota sin problemas. - No te preocupes -dijo su dueña-. Iré yo misma a buscarla.

Pero cuando se acercó al jardín del señor Grinch, éste apareció en la puerta de su casa con cara de enfado. - ¿Qué hacen ustedes aquí? -preguntó él bruscamente-. ¿No saben que este es mi jardín privado? La dueña de Manchitas se disculpó educadamente y le explicó lo ocurrido con la pelota.

Pero el señor Grinch no parecía estar dispuesto a escucharla. - Me da igual lo que haya pasado -gruñó él-. No quiero perros ni niños correteando por mi jardín. Váyanse ya mismo antes de que llame a la policía.

La dueña de Manchitas sintió una punzada de tristeza al ver lo poco amable que era el señor Grinch. Pero sabía que no podía dejar la pelota allí, así que decidió actuar con astucia.

- Señor Grinch -dijo ella con una sonrisa-. Yo entiendo que este sea su jardín privado y que quiera mantenerlo en buen estado.

Por eso, le propongo algo: si me permite reagarrar la pelota, yo misma me encargo de limpiar cualquier mancha o suciedad que haya dejado mi perrita en su jardín. ¿Le parece bien? El señor Grinch frunció el ceño, pero después de pensarlo un momento asintió con la cabeza. - De acuerdo -dijo él-.

Pero no quiero ver ninguna mancha por aquí cuando terminen. La dueña de Manchitas agradeció al señor Grinch y se adentró en el jardín para buscar la pelota. Mientras tanto, Manchitas esperaba pacientemente detrás de las rejas del parque.

Cuando la dueña regresó con la pelota en mano, se dio cuenta de que había algunas manchas frescas sobre el césped del señor Grinch.

Sin embargo, cumpliendo su promesa, sacó un paquete de toallitas limpiadoras y comenzó a frotar cuidadosamente cada mancha hasta hacerlas desaparecer por completo. El señor Grinch observaba todo desde su puerta sin decir nada. Pero cuando vio cuánto esfuerzo estaba haciendo la joven para dejar su jardín impecablemente limpio, algo cambió en él.

- Hace mucho tiempo que nadie se preocupa tanto por mi jardín -dijo él finalmente-. Gracias por ser tan cuidadosa. La dueña de Manchitas sonrió con satisfacción y le entregó la pelota al señor Grinch.

Él la tomó en sus manos sin decir nada y desapareció en su casa sin más. Desde entonces, el señor Grinch dejó de ser tan gruñón con sus vecinos y comenzó a cuidar mejor su jardín.

Y Manchitas aprendió que siempre hay una manera astuta de resolver los problemas, incluso cuando se trata de personas difíciles como el señor Grinch.

FIN.

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