Manos que hablan


Un día, Carolina estaba jugando sola en el parque cuando se acercó un niño con una sonrisa amistosa. - Hola, ¿quieres jugar conmigo? -le preguntó el niño. Carolina no sabía qué decir, ya que no podía escuchar al niño.

Pero entonces recordó las señas que su maestra de lengua de señas le había enseñado. - ¡Hola! Claro que quiero jugar contigo -respondió Carolina con sus manos.

El niño pareció sorprendido por la respuesta de Carolina, pero luego entendió lo que estaba pasando y comenzaron a jugar juntos. A partir de ese momento, el niño aprendió algunas señas básicas para poder comunicarse mejor con ella.

Pero aún así, Carolina seguía sintiéndose excluida en las reuniones familiares donde todos hablaban sin hacer ninguna señal. Un día, mientras estaba sentada en un rincón triste y aburrida, su abuela se acercó a ella. - ¿Por qué estás tan triste mi amor? -preguntó la abuela preocupada.

Carolina intentó explicarle su problema usando señas y gestos faciales pero la abuela no lograba entenderla del todo bien. Así fue como decidieron ir juntas a hablar con los padres de Carolina para buscar una solución.

Después de hablarlo entre todos llegaron a una idea brillante: aprenderían todos juntos lengua de señas para poder comunicarse mejor con Carolina y hacerla sentir más incluida en todas las reuniones familiares y actividades sociales.

A partir de ese momento, todos los miembros de la familia empezaron a practicar juntos lengua de señas cada vez que se encontraban. Y así, Carolina comenzó a sentirse más integrada y feliz.

Desde ese día en adelante, Carolina se sintió más segura y cómoda para salir al parque o reunirse con sus amigos del barrio sabiendo que siempre habría alguien dispuesto a aprender su lengua para poder comunicarse con ella. Y eso la hacía sentir muy especial y querida por todos aquellos que la rodeaban.

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