Manuela la Tortuga y el Cumpleaños Olvidado
En una pequeña charca rodeada de álamos verdes, vivía Manuela, una tortuguita de caparazón brillante y unos ojos que reflejaban la tristeza que sentía. Cada año pasaba su cumpleaños en silencio, sin que nadie lo recordara. Sus amigos, los patos, las ranas y los peces, siempre estaban ocupados con sus juegos, y Manuela nunca había recibido una celebración.
Cierto día, mientras caminaba lentamente por la orilla de la charca, encontró a un buey llamado Bruno, que estaba dando vueltas alrededor de un campo de flores. Bruno era un buey fuerte y grande, pero tenía un corazón amable.
"Hola, tortuguita. ¿Por qué luces tan triste?" - preguntó Bruno al notar la expresión de Manuela.
"Es mi cumpleaños, pero nadie lo recuerda. Siempre queda olvidado, como si no importara." - respondió Manuela con un suspiro.
Bruno hizo una pausa, pensativo. "¿Y si lo celebramos juntos? Yo puedo invitar a todos, y haremos una fiesta inolvidable para ti." - dijo con entusiasmo.
Los ojos de Manuela brillaron por primera vez. "¿De verdad?" - murmuró con esperanza.
"¡Sí!" - exclamó Bruno. "¡A partir de ahora, cada año será especial, lo prometo!"
Los días pasaron volando mientras Bruno se dedicaba a hacer preparativos para la gran celebración. Habló con las ranas, que fabricarían globos de hojas, y organizó una parrillada con los patos que traerían su delicioso maíz. Manuela no podía creer que eso estaba sucediendo.
Finalmente, llegó el gran día. La charca se llenó de amigos que venía de todos lados. Al ver los globos en el aire, Manuela sintió un cosquilleo de alegría.
"¡Sorpresa!" - gritaron todos al unísono cuando apareció Manuela.
Su corazón se llenó de felicidad al ver todas las sonrisas.
"¡No sabía que esto podría ocurrir!" - dijo emocionada.
"Nunca creí que mi cumpleaños sería tan especial. Gracias, Bruno, por ser un amigo tan increíble."
Bruno sonrió, enorme y orgulloso de su tortuguita. "Es un placer hacerte feliz. Todos merecen felicitaciones en su cumpleaños, ¡y más aún tú!"
La fiesta fue maravillosa: jugaron a las escondidas entre los juncos, hubo danzas y cuentos. Al final del día, Bruno propuso un brindis.
"Por Manuela, nuestra tortuga valiente y especial. Que este día sea recordado para siempre." - dijo levantando un vaso de agua del charco.
Todos los amigos levantaron sus vasos, y Manuela se sintió como nunca antes.
"¡Gracias, amigos! Este será un día que jamás olvidaré." - susurró entre lágrimas de felicidad.
Desde ese entonces, cada año, todos comenzaron a celebrar el cumpleaños de Manuela con distintos festejos locales. La tortuguita no solo se convirtió en el símbolo de la amistad en la charca, sino que también demostró que a veces, lo más pequeño puede tener un gran impacto. Al ayudarse y hacerse sonreír, los amigos pueden hacer del mundo un lugar más alegre.
Con cada celebración, Manuela no solo celebraba su cumpleaños, sino también la amistad que la rodeaba, aprendiendo que nunca es tarde para ser feliz y que siempre hay alguien dispuesto a recordar a quienes más amamos.
Y así, el cumpleaños de Manuela quedó grabado en el corazón de todos y se contó de generación en generación, convirtiendo un día olvidado en una tradición inolvidable.
FIN.