Manuela y su búsqueda por un mundo mejor



Había una vez una niña llamada Manuela, que siempre sentía un extraño rechazo hacia ciertas cosas. No entendía por qué le daba asco ver bichos o tocar cosas pegajosas.

Esto la hacía sentir diferente a los demás niños de su edad. Un día, su padre se dio cuenta de lo que le pasaba y decidió hablar con ella para ayudarla a entender sus sentimientos. Se sentaron juntos en el jardín de su casa y comenzaron a conversar.

"Manuela, cariño, ¿alguna vez te has preguntado por qué sientes ese rechazo o asco hacia algunas cosas?" -preguntó el papá con ternura. Manuela bajó la mirada y asintió con timidez.

"Bueno, hija, déjame explicarte algo muy importante", continuó el padre. "Ese sentimiento que tienes se llama —"asco" . Es una emoción natural que todos experimentamos en algún momento. "La pequeña escuchaba atentamente mientras su papá seguía hablando.

"El asco es una forma en la que nuestro cuerpo nos protege de peligros potenciales", explicó él. "Cuando algo nos parece desagradable o repulsivo, nuestro cerebro nos indica alejarnos para evitar daños o enfermedades. "Manuela empezó a comprender mejor lo que le estaba diciendo su padre.

"Ahora bien", continuó él, "es importante recordar que el asco no siempre está relacionado con cosas físicas como insectos o comida en mal estado. También podemos sentirlo cuando vemos comportamientos inapropiados o injusticias. "La niña levantó la mirada sorprendida.

"¿Quieres decir que el asco también puede ser una forma de protegernos de cosas malas en la sociedad?", preguntó Manuela con curiosidad. Su padre sonrió y asintió. "Exactamente, mi pequeña.

El asco puede ayudarnos a reconocer lo que está mal y nos impulsa a actuar para cambiarlo. Es un sentimiento poderoso que nos ayuda a cuidar no solo de nosotros mismos, sino también de los demás.

"Manuela se sintió aliviada y emocionada al entender que su rechazo no era algo extraño o negativo, sino una respuesta natural para mantenerse segura y protegida. A partir de ese día, Manuela empezó a ver el asco como una herramienta valiosa.

Aprendió a escuchar su intuición cuando algo le parecía desagradable o injusto, y utilizó esa energía para tomar acción. Un día, mientras caminaba por el parque con su papá, vio a un grupo de niños burlándose de otro niño porque era diferente.

Manuela sintió un fuerte asco ante esa situación injusta e decidió intervenir. Se acercó al niño que estaba siendo molestado y le ofreció su amistad. Juntos jugaron en el parque y compartieron risas.

Manuela se dio cuenta de que su rechazo inicial había sido una señal para hacer lo correcto. A medida que crecía, Manuela siguió confiando en sus instintos y en las emociones relacionadas con el asco. Siempre buscaba formas de ayudar a los demás y defender lo justo.

Y así fue como Manuela descubrió que el asco no era algo malo, sino una parte importante de su ser. Aprendió que los sentimientos pueden ser guías poderosas en la vida y que seguirlos puede llevarnos por caminos maravillosos.

Desde entonces, Manuela se convirtió en una niña valiente y compasiva, ayudando a crear un mundo mejor para todos. Y todo comenzó con el simple acto de entender y abrazar su propio asco.

FIN.

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