Manzanas Melody



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sol, un niño llamado Manzana. Manzana era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, escuchó música proveniente de una casa cercana. Intrigado, se acercó a la puerta y vio a un hombre tocando hermosas melodías en su guitarra. Aquel hombre era Trabajo, un talentoso músico que solía tocar para alegrar a las personas del pueblo.

Manzana quedó fascinado con la música y decidió acercarse al músico. - ¡Hola! Soy Manzana - dijo entusiasmado. - ¡Mucho gusto, Manzana! Yo soy Trabajo. ¿Te gusta la música? - respondió amablemente. - Me encanta - contestó Manzana con una sonrisa-.

¿Me enseñarías a tocar la guitarra? Trabajo pensó por un momento y luego aceptó la petición de Manzana. - Está bien, pero te advierto que aprender a tocar la guitarra requiere mucho esfuerzo y dedicación.

¿Estás dispuesto? Manzana asintió emocionado y prometió trabajar duro para aprender. Y así comenzaron las lecciones de guitarra entre Trabajo y Manzana. Todos los días después de la escuela, Manzana iba corriendo hacia la casa de Trabajo para practicar juntos.

Pero no todo fue fácil para el pequeño aprendiz. A veces se frustraba cuando no lograba hacer bien los acordes o cuando sus dedos le dolían por tanto practicar.

Sin embargo, nunca se rindió y siempre recordaba la promesa que había hecho a Trabajo. Pasaron los meses y Manzana fue mejorando cada vez más. Su pasión por la música crecía día a día, y sus dedos ya no dolían tanto al tocar la guitarra.

Un día, Trabajo sorprendió a Manzana con una noticia emocionante. - Manzana, he escuchado que hay un concurso de talentos en el pueblo vecino. ¿Te gustaría participar? Manzana se emocionó muchísimo ante la idea de poder mostrar su talento al mundo.

- ¡Claro que quiero participar! - exclamó ilusionado. Así que ambos se prepararon arduamente para el concurso. Practicaron nuevas canciones, perfeccionaron las técnicas de guitarra y ensayaron una presentación espectacular. Finalmente, llegó el gran día del concurso.

El escenario estaba lleno de luces brillantes y el público esperaba ansioso por ver las actuaciones. Cuando le tocó el turno a Manzana, subió al escenario con confianza y comenzó a tocar su guitarra como nunca antes lo había hecho.

El sonido resonaba en todo el lugar, cautivando los corazones de quienes lo escuchaban. Al terminar su presentación, el público estalló en aplausos y ovaciones. Manzana había dejado una huella imborrable en todos los asistentes.

Desde ese momento, Manzana supo que su amor por la música era algo especial y decidió seguir trabajando para convertirse en un músico profesional algún día. Y así es como Manzana descubrió su pasión gracias a Trabajo y su amor por la música.

Aprendió que el esfuerzo y la dedicación pueden llevarnos a alcanzar nuestros sueños más grandes. Y, sobre todo, aprendió que las promesas nos mantienen enfocados en nuestro camino hacia el éxito.

FIN.

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