Marcela y el dragón místico


Marcela vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde la gente se dedicaba principalmente a la agricultura y la ganadería. Sin embargo, ella siempre se sentía diferente al resto de los niños de su edad.

Mientras ellos jugaban con muñecas y pelotas, Marcela prefería explorar el bosque cercano y buscar criaturas mágicas. Un día, mientras paseaba por el bosque, Marcela escuchó un ruido extraño que venía de una cueva.

Al acercarse para investigar, descubrió que allí dentro había un dragón místico dormido. El animal era enorme y tenía escamas doradas relucientes que brillaban con cada rayo de sol que entraba por la entrada de la cueva. Marcela quedó maravillada ante semejante espectáculo.

Sabía que los dragones eran seres poderosos y temidos por muchos habitantes del reino, pero su curiosidad le impulsó a acercarse más al animal para observarlo mejor.

De repente, el dragón abrió sus ojos rojos como brasas ardientes y gruñó amenazadoramente hacia ella. Marcela sintió miedo en ese momento pero no corrió sino que intentó demostrarle al animal que no era una amenaza. "Tranquilo amigo dragoncito -dijo dulcemente-. No tengo intenciones malvadas ni quiero hacerte daño.

"El dragón pareció entender las palabras de Marcela porque dejó de gruñir y bajó su cabeza hacia ella para olfatearla mejor. Desde ese día, Marcela visitaba regularmente al dragón en su cueva secreta.

Aprendió todo lo que pudo sobre los dragones y su comportamiento. Descubrió que les gustaba la música, especialmente la melodía de una flauta dulce, y que se alimentaban de piedras preciosas.

Cada vez más convencida de que quería ser domadora de dragones místicos, Marcela comenzó a estudiar todo lo relacionado con ellos. Leyó libros antiguos, habló con sabios del pueblo e incluso aprendió a tocar la flauta para poder calmar a las criaturas si alguna vez se ponían nerviosas.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Marcela encontró un grupo de cazadores furtivos que estaban persiguiendo a un pequeño dragón místico. Los hombres querían venderlo en el mercado negro como mascota exótica. Marcela no podía permitir eso y decidió intervenir. "¡Alto ahí! -gritó Marcela-.

Dejen al dragón en paz. "Los cazadores se rieron ante la niña desafiante y le dijeron que no se metiera en asuntos adultos.

Pero Marcela no cedió tan fácilmente y comenzó a tocar su flauta dulce para calmar al pequeño dragón. Para sorpresa de todos, el animal respondió inmediatamente y se acercó hacia ella sin temor alguno. Los cazadores quedaron desconcertados ante tal escena y finalmente decidieron dejar al animal irse libre.

Marcela había demostrado su valentía y habilidad para comprender a los animales mágicos. Desde ese día en adelante, muchos habitantes del reino comenzaron a respetarla como domadora de dragones místicos.

Marcela se convirtió en la primera mujer del pueblo en realizar tal hazaña y su fama llegó a oídos de muchos otros lugares. La niña aventurera había cumplido su sueño y demostrado que, con determinación y amor por lo que uno hace, cualquier cosa es posible.

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