Marcela y la revolución de la amistad


Había una vez una niña llamada Marcela, quien era muy alegre y simpática. Siempre llevaba una gran sonrisa en su rostro y le encantaba jugar con sus amigos en el colegio.

Sin embargo, había un grupo de chicas que no se comportaban de la misma manera. Estas chicas, llamadas Sofía, Valentina y Rocío, solían hacerle bullying a Marcela. Se burlaban de ella por su forma de vestir y siempre le decían cosas hirientes para hacerla sentir mal.

Aunque Marcela intentaba ignorarlas, cada día se sentía más triste y desanimada. Un día, mientras Marcela caminaba hacia el patio del colegio, las tres chicas se acercaron nuevamente para molestarla. Le tiraron agua encima y rieron a carcajadas.

Pero esta vez algo inesperado ocurrió: dos nuevas alumnas llamadas Lucía y Camila intervinieron. - ¡Basta ya! - exclamó Lucía enfadada-. ¿No ven que están lastimando los sentimientos de Marcela? No es justo tratarla así.

Sofía, Valentina y Rocío quedaron sorprendidas ante la valentía de las nuevas alumnas. Nunca antes alguien había defendido a Marcela. - ¿Y qué les importa? - respondió Rocío con voz desafiante-. Ella es diferente a nosotras.

Lucía miró fijamente a Rocío e hizo una pausa antes de responder:- Todos somos diferentes en algún aspecto, eso no nos da derecho a tratar mal a los demás. Debemos aprender a respetarnos mutuamente sin importar nuestras diferencias.

Camila asintió con la cabeza y se acercó a Marcela para ayudarla a limpiarse. - No te preocupes, Marcela. A partir de ahora, nosotras estaremos aquí para defenderte - le dijo con una sonrisa reconfortante.

Desde ese día, Lucía y Camila se convirtieron en las mejores amigas de Marcela. Juntas formaron un grupo inseparable que promovía el respeto y la inclusión en el colegio. Organizaron charlas sobre la importancia de aceptar las diferencias entre sus compañeros y cómo detener el bullying.

Poco a poco, más alumnos se unieron al movimiento liderado por Marcela, Lucía y Camila. Incluso Sofía, Valentina y Rocío comenzaron a cambiar su actitud negativa debido a la influencia positiva del grupo.

Con el tiempo, el colegio se transformó en un lugar donde todos eran respetados sin importar su apariencia o forma de ser. El bullying desapareció por completo gracias al esfuerzo conjunto de los estudiantes.

Marcela aprendió que no está sola y que siempre habrá personas dispuestas a ayudarla cuando enfrentara dificultades. Además, descubrió lo importante que es levantar la voz ante las injusticias y defender los derechos de los demás.

Y así fue como Marcela encontró verdaderos amigos que nunca dejarían que nadie le hiciera daño otra vez. Juntos lograron crear un ambiente escolar seguro y feliz donde todos pudieran ser ellos mismos sin temor al rechazo.

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