Marcelo y la nave espacial de los amigos del espacio


Había una vez en la ciudad de Santiago, un niño llamado Marcelo. A Marcelo le encantaba mirar las estrellas por las noches y soñaba con ser astronauta para poder viajar al espacio y descubrir nuevos planetas.

Un día, mientras paseaba por el parque, Marcelo se encontró con un libro sobre el espacio que había sido olvidado en un banco. Lo abrió emocionado y comenzó a leer sobre los diferentes planetas, las estrellas y las misiones espaciales.

Desde ese momento, su pasión por convertirse en astronauta se hizo aún más fuerte. Marcelo decidió entonces construir su propia nave espacial en el patio de su casa.

Utilizó cajas de cartón, tubos de papel higiénico y mucha imaginación para crear su increíble nave. Cuando terminó, se sentó dentro de ella y cerró los ojos, imaginando que despegaba rumbo a las estrellas. De repente, la nave empezó a temblar y a elevarse lentamente del suelo.

Marcelo abrió los ojos sorprendido y vio que realmente estaba volando hacia el espacio. Estaba tan emocionado que no podía creer lo que estaba viviendo.

- ¡Estoy volando al espacio! -exclamó Marcelo emocionado mientras veía la Tierra cada vez más pequeña desde la ventana de su nave. En su travesía espacial, Marcelo se encontró con extraterrestres amigables que lo invitaron a visitar su planeta. Allí descubrió paisajes increíbles, criaturas fascinantes y tecnología avanzada que nunca antes había visto.

Después de pasar unos días maravillosos en el planeta alienígena, Marcelo decidió regresar a casa para contarle a todos sobre sus aventuras en el espacio. Aterrizó su nave en el jardín de su casa justo a tiempo para la cena.

- ¡Mamá! ¡Papá! ¡Estuve en el espacio y conocí alienígenas muy amigables! -contaba Marcelo emocionado mientras todos escuchaban atentamente sus relatos.

A partir de ese día, Marcelo siguió soñando con ser astronauta sabiendo que no importa cuán lejos estén las estrellas, siempre habrá un camino para alcanzarlas si uno cree en sí mismo y nunca deja de explorar nuevas fronteras.

Y así fue como Marcelo aprendió que los sueños pueden llevarte más allá del universo si tienes el coraje de perseguirlos hasta el final.

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