Marcianos perdidos en la Tierra


Había una vez, en un planeta lejano llamado Marte, un grupo de simpáticos marcianos que se perdieron en una ciudad muy grande y ruidosa de la Tierra.

Eran seres verdes con antenas en la cabeza y ojos grandes que brillaban como estrellas. Estaban asustados y hambrientos, ya que en su planeta solo comían verduras frescas y allí no encontraban nada parecido.

Los marcianos caminaban por las calles mirando a todos lados, sin saber qué hacer ni a dónde ir. La gente los miraba sorprendida al ver a estos extraterrestres tan diferentes, pero ellos solo buscaban algo para comer.

En ese momento, pasaron frente a una feria de verduras donde se encontraba Doña Rosa, una amable señora mayor que vendía las mejores frutas y verduras de la ciudad. Los marcianos se acercaron tímidamente y empezaron a señalar las lechugas, zanahorias y brócolis con emoción.

"¡Mira qué buen aspecto tienen esas verduras! ¡Son perfectas para nosotros!", dijo el jefe marciano con entusiasmo. Doña Rosa los observó con ternura y les ofreció algunas muestras gratis.

Los marcianos probaron las verduras con alegría y sus rostros se iluminaron de felicidad al sentir el sabor fresco y crujiente en sus bocas. "¡Esto es delicioso! ¡Es justo lo que necesitábamos para recuperar nuestras fuerzas!", exclamó uno de los marcianos emocionado. Doña Rosa sonrió ante la escena y decidió ayudar a estos visitantes del espacio.

Les preparó una gran canasta llena de verduras frescas para llevar consigo en su viaje de regreso a Marte. Los marcianos saltaron de alegría al ver tanta comida deliciosa lista para llevar.

Agradecieron a Doña Rosa con gestos cariñosos antes de partir hacia su nave espacial, listos para emprender el regreso a casa.

En el camino de vuelta, los marcianos compartieron las enseñanzas que habían aprendido en la Tierra: la importancia de explorar nuevos lugares con respeto, la amabilidad hacia los demás seres vivientes y cómo valorar los alimentos naturales que nos brinda la tierra. Al llegar a Marte, los otros marcianitos recibieron emocionados a sus compañeros perdidos.

Compartieron las experiencias vividas en la Tierra mientras disfrutaban juntos de las sabrosas verduras traídas por Doña Rosa.

Desde entonces, cada vez que miraban al cielo estrellado por las noches recordaban su aventura terrestre con cariño y gratitud hacia aquellos seres humanos bondadosos que les mostraron el valor de una buena alimentación basada en vegetales frescos. Y así, los marcianitos siguieron explorando el universo llevando consigo no solo conocimientos científicos sino también lecciones sobre solidaridad e intercambio cultural entre planetas distintos.

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