Marcos, el Niño Dragón
Marcos era un niño dragón muy especial. Vivía con sus papás en un valle encantado, donde las montañas parecían acariciar el cielo. Sin embargo, Marcos tenía un gran problema: a sus 5 años, aún no sabía cómo botar fuego por la boca ni cómo volar, y eso lo frustraba mucho.
Todos los días, veía a su papá elevarse por los cielos con sus majestuosas alas de dragón, mientras lanzaba fuego por la boca con destreza. Marcos lo admiraba tanto y soñaba con ser como su papá. Sin embargo, por más que lo intentaba, no podía hacer ninguna de esas cosas. Una mañana, decidió hablar con su papá.
- Papá, ¿por qué yo no puedo volar ni lanzar fuego como tú? - preguntó Marcos con tristeza.
- Hijo, cada dragón tiene su propio ritmo. No te preocupes, todo llega a su tiempo - respondió su papá con amor.
A pesar de las palabras de su papá, Marcos seguía sintiéndose frustrado. Un día, mientras jugaba en el bosque, escuchó un murmullo proveniente de un árbol ancestral. Se acercó con curiosidad y descubrió que el árbol tenía vida propia. El árbol, sabio y anciano, le habló a Marcos con una voz suave y sabia.
- Hola, pequeño dragón. Veo que estás preocupado. ¿Puedo ayudarte en algo? - dijo el árbol con amabilidad.
- Sí, señor árbol. Quiero ser como mi papá, pero no puedo volar ni lanzar fuego. ¿Qué debo hacer? - preguntó Marcos con esperanza en sus ojos.
- La clave, querido Marcos, está en la paciencia y la perseverancia. Todo ser mágico tiene un proceso único para descubrir sus dones. En lugar de compararte con otros, busca tu propia grandeza - aconsejó el árbol sabio.
Desde ese día, Marcos decidió no rendirse y aprendió a ser paciente. Practicaba sus habilidades cada día, sin enfocarse en lo que los demás dragones podían hacer. Con el tiempo, descubrió que, aunque no podía lanzar fuego a grandes llamaradas como su papá, sí podía soplar pequeñas llamas cálidas que iluminaban el camino en la oscuridad. Y, aunque no podía volar tan alto, encontró que podía correr velozmente y saltar con agilidad sobre los árboles.
Un día, durante un paseo con su papá, un incendio amenazó con destruir el bosque. Todos los dragones volaron hacia el cielo, pero Marcos no sabía qué hacer. Fue entonces cuando recordó sus pequeñas llamas. Se concentró y sopló con todas sus fuerzas, enviando pequeñas llamas hacia el incendio. Poco a poco, con determinación, logró controlar las llamas y salvar el bosque.
Su papá, asombrado, se acercó y lo abrazó con cariño. - Marcos, has demostrado que la grandeza no está en ser igual que los demás, sino en descubrir y desarrollar tus propias habilidades. Estoy muy orgulloso de ti - dijo su papá con lágrimas de emoción en los ojos.
Desde ese día, Marcos entendió que todos tenemos talentos únicos y que está bien ser diferente. Aprendió a valorar sus habilidades especiales y a trabajar en equipo con los demás para lograr grandes cosas. Y aunque no volaba tan alto como su papá, su corazón ardió con el fuego de la valentía y la determinación.
FIN.