Marcos y el Partido Sorpresa



Era un lindo día de primavera en el barrio de Marcos. El sol brillaba, las flores estaban en plena floración y todos los chicos del vecindario estaban en la calle, listos para jugar. Sin embargo, Marcos se sentía diferente. Había esperado con muchas ganas encontrarse con su mejor amigo, Julián, para jugar juntos. Pero cuando llegó al parque, notó que Julián estaba jugando al fútbol con otros chicos de la zona.

"- ¿Por qué no me dijiste que venías a jugar? ," - se enojó Marcos, cruzándose de brazos.

"- No sabía que venías, Marcos. Solo empezamos a jugar con otros chicos," - respondió Julián, algo confundido.

"- Le prometí a mamá que jugaría con vos hoy. Ahora me dejaste solo," - dijo Marcos, sintiendo cómo la tristeza se transformaba en rabia.

Julián se encogió de hombros. "- No quise hacerte sentir mal. Vení a jugar con nosotros, es muy divertido."

Pero Marcos no lo escuchaba. En su mente, sentía que su amigo lo había abandonado por los otros chicos. Se alejaba furioso mientras a sus espaldas escuchaba las risas y gritos de alegría. Sin embargo, su enojo lo llevó a un lugar solitario del parque, donde decidió no jugar más, ni con Julián ni con nadie.

Mientras tanto, Julián y los demás chicos disfrutaban del partido. Pero a medida que pasaban los minutos, Julián no podía dejar de pensar en la cara de su amigo. Entonces, tuvo una idea. Suspendió el partido y se acercó a la zona donde estaba Marcos.

"- ¿Por qué no venís a jugar un ratito? ," - le preguntó Julián, preocupado.

"- No quiero jugar si no me invitaste antes," - contestó Marcos, mirando hacia otro lado.

"- Te prometo que no fue intencional. A veces, se forman grupos de amigos y no pensamos en invitar a todos. Pero jugar es más divertido cuando lo hacemos juntos, ¿no creés?" - dijo Julián.

Marcos dudó. Al fin y al cabo, Julián seguía siendo su amigo, y aunque se sentía decepcionado, no quería perderlo. "- No sé... me siento como un tonto ahora."

"- Todos nos sentimos así a veces. Pero en vez de enojarnos, podríamos hablarlo y seguir adelante. Vení a jugar, ¡hay lugar para todos!" - insistió Julián.

Marcos pensó en cómo se había sentido; a veces la envidia y la ira podían hacerse más grandes que la amistad. Finalmente, con un suspiro, decidió hacer las paces. Se levantó y caminó hacia Julián. "- Ok, voy a intentarlo. Pero no te olvides de invitarme la próxima vez."

Julián sonrió y lo abrazó. "- ¡Por supuesto!" - respondió, llevando a Marcos hacia el grupo.

Mientras jugaban, Marcos se dio cuenta de que estaba siendo parte de algo especial. Aunque había otros amigos en el juego, eso no significaba que su amistad con Julián se hubiera desvanecido. Al contrario, estaba compartiendo momentos de alegría con sus dos amigos.

Al final de la tarde, cansados pero felices, Julián le dijo a Marcos: "- ¿Viste? Jugar juntos es mejor. La próxima vez, haremos un partido donde ambos podamos invitar a nuestros amigos. ¿Qué te parece?"

"- Me parece genial. Así todos podemos jugar y divertirnos juntos. Te perdono, Julián," - respondió Marcos, sintiéndose más ligero.

Con el tiempo, Marcos aprendió que, aunque a veces uno puede sentirse excluido, la comunicación y la comprensión son fundamentales en la amistad. Y lo más importante, los amigos siempre están ahí para apoyarse mutuamente, incluso en los momentos difíciles. Desde entonces, los dos amigos nunca olvidaron la importancia de invitar a todos al juego, haciendo que el parque siempre estuviera lleno de risas y diversión, sin importar la cantidad de amigos que se unieran.

Y así, el fútbol se convirtió en el pretexto perfecto para fortalecer la amistad de Julián y Marcos, y el barrio siempre resonaba con los eco de sus risas y el sonido del balón rodando.

Desde ese día, aprendieron que lo mejor de jugar es compartir la diversión y que, aunque a veces haya malentendidos, siempre se puede encontrar un camino hacia la reconciliación y la alegría.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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