Marcos y el Perrito Valiente
Era un día frío y nublado en el barrio de Colón, donde un niño llamado Marcos caminaba hacia la escuela. Mientras iba por la acera, escuchó un leve lloriqueo. Curioso, se detuvo y miró a su alrededor. En un rincón, acurrucado entre dos cajones de cartón, había un perrito pequeño, temblando de frío.
"¡Pobrecito!" - exclamó Marcos, acercándose despacio para no asustarlo. El perrito, de pelaje marrón y ojos brillantes, lo miró con miedo.
Marcos extendió su mano, y el perrito, titubeando, se acercó a sentir el calor de su toque.
"No voy a hacerte daño. Te prometo que te voy a ayudar" - dijo Marcos con dulzura.
Al ver que el perrito comenzaba a confiar en él, Marcos decidió llevarlo a casa. Con cuidado, lo envolvió en su bufanda y lo llevó a su hogar, donde su mamá lo esperaba.
"Mamá, encontré a este perrito. Está solo y tiene frío. ¡Podemos quedárnoslo!" - pidió Marcos con entusiasmo.
"No sé, Marcos. Tener una mascota es un gran compromiso." - respondió su mamá, dudosa.
Marcos quedó un momento callado, pensando en cómo convencerla.
"Pero mamá, él necesita de nosotros. No tiene a nadie que lo cuide. Te prometo que lo trataré bien y lo alimentaré todos los días. ¡Lo haré feliz!" - insistió el niño, suplicante.
La madre, viendo la determinación en los ojos de su hijo, finalmente cedió.
"Está bien, pero Tú te encargarás de cuidarlo. First, ¡vamos a hacerle un lugarcito!" - aceptó la mamá con una sonrisa.
Marcos y su madre trabajaron juntos para hacer un pequeño refugio para el perrito en el patio. Buscaron una caja, le colocaron unas mantas y un plato con agua. El perrito, al sentirse seguro, movía su colita con alegría.
"¿Cómo te vamos a llamar?" - preguntó Marcos mirando al perrito que revoloteaba a su alrededor.
"¡Perrito, mirá! La única manera de que hablemos es así: ¡tú me mirás y yo te digo Pérez, que es un nombre divertido!" - sugirió su mamá.
"Pérez, ¡me encanta!" - exclamó Marcos emocionado.
Así pasaron los días. Marcos le enseñó a Pérez a jugar a la pelota y a hacer trucos. Construyeron una hermosa amistad, llena de aventuras. Pero un día, mientras jugaban en el parque, Pérez se escapó detrás de un gato que corría por la calle.
Marcos, asustado, lo llamó:
"¡Pérez, vuelve!" - gritó. Pero el perrito seguía al gato, hasta que, desafortunadamente, se perdió de vista.
Marcos corrió por todo el barrio, llamando el nombre de su amigo:
"¡Pérez!" - exclamaba con el corazón apesadumbrado. Los demás niños del parque lo ayudaron a buscarlo, pero no había rastro de Pérez.
Viviendo la desesperación, Marcos se sentó en un banco, angustiado. Entonces, un niño mayor se acercó a él.
"¿Qué te pasa?" - preguntó el niño.
"Se me perdió mi perrito. Era un abrigado y nunca había tenido un amigo así. No sé qué hacer." - confesó Marcos con lágrimas en los ojos.
"A veces, lo que más queremos puede estar cerca, sólo tenemos que dejar que nos guíen nuestros sentimientos," - dijo el niño mayor.
Marcos, aunque triste, decidió seguir adelante. "Debo encontrarlo", pensó.
Junto a sus amigos, comenzó a colgar carteles en el barrio, preguntando a todos si habían visto a Pérez. Pasaron varias horas, hasta que, justo cuando Marcos estaba perdiendo la esperanza, una señora mayor se le acercó.
"Hola, niño. El perrito que buscas está en mi jardín de la esquina. Parece que quería jugar con los otros perros de mi vecina." - le informó la señora.
La esperanza volvió al corazón de Marcos.
"¡Gracias!" - gritó mientras corría hacia allá. Al llegar, vio a Pérez jugando alegremente con otros perritos.
Al verlo, Marcos lo abrazó con fuerza:
"¡Pérez! Te encontré, no te vayas nunca más, por favor." - sollozó. El perrito, reconociendo a su dueño, le lamió la cara lleno de alegría.
Desde aquel día, Marcos aprendió una lección valiosa.
"A veces hay que dejar que nuestros amigos se diviertan, pero siempre hay que estar cerca de ellos y cuidarlos. Nunca más te perderé, Pérez." - prometió Marcos mientras abrazaba a su fiel amigo.
Así, la relación entre Marcos y Pérez se hizo más fuerte que nunca. Y aprendieron que, juntos, podían enfrentar cualquier aventura, siempre con amor y cuidado.
Y así, el niño y su perro siguieron compartiendo sus días llenos de alegría, jugando y explorando, siempre unidos y felices.
FIN.