Marcos y la Gran Aventura de la Pelota



Había una vez un niño llamado Marcos que vivía en un barrio lleno de ruidos, risas y, sobre todo, de muchas pelotas. Era un niño muy travieso al que le encantaba jugar al fútbol con sus amigos en el parque, creando increíbles jugadas y risas por doquier. Sin embargo, su travesura favorita era hacer trucos con la pelota: driblar a sus amigos, hacer chilenas espectaculares y, de vez en cuando, tirar la pelota a lugares muy altos solo para ver cómo sus amigos corrían tras ella.

Un día, mientras jugaban en el parque, se les unió un nuevo vecino llamado Lucas. Era un poco tímido y no se animaba a jugar, pero los ojos de Marcos brillaron al verlo.

"¡Hola! Vení a jugar con nosotros, ¡la pelota es muy divertida!" - exclamó Marcos.

Lucas dudó un momento y respondió: "No sé jugar muy bien, tengo miedo de hacer el ridículo."

Marcos, con su mejor sonrisa, insistió: "No te preocupes, ¡acá venimos a divertirnos! Te enseño lo que necesites."

Así fue como Lucas se unió al grupo. Sin embargo, Marcos, en su típica travesura, decidió que sería divertido llevar la pelota a un columpio, donde nunca antes había jugado.

"¡Mirá cómo puedo hacer que la pelota sobrepase el columpio!" - grito antes de lanzar la pelota al aire.

Pero el lanzamiento no salió como Marcos esperaba. La pelota voló demasiado lejos y terminó en lo alto de un árbol frondoso. Todos se quedaron mirando la pelota atrapada mientras Marcos se puso a reír.

"¡Ups! Eso no estaba en mis planes," - dijo entre risas.

Sin embargo, Lucas lo miró con preocupación. "¿Y ahora qué hacemos? No podemos jugar sin la pelota."

Marcos, al darse cuenta de que su travesura había causado un problema, sintió un cosquilleo en el estómago. "Tenés razón... Vamos a buscarla juntos, no quiero dejar a mis amigos sin jugar."

Después de un rato de intentar estirarse y saltar para alcanzarla, Marcos se sentó bajo el árbol, un poco frustrado. De pronto, Lucas tuvo una idea.

"¿Y si le hacemos un cartel a la pelota, como si fuera un Halloween? Así podemos pedirle a los pájaros que se la devuelvan."

Marcos se rió a carcajadas. "¡Genial! ¿Cómo se hace eso?" - le preguntó entusiasmado.

Juntos, recolectaron algunos materiales: una cartulina, un marcador, un poco de cinta y comenzaron a diseñar un cartel que decía: “Por favor, pájaros, devuélvanos nuestra pelota”. Se pusieron a colgar el cartel en el árbol, y mientras lo hacían, se dieron cuenta de que algunas aves curiosas estaban mirando.

"¡Esto es una locura!" - dijo Marcos con risas. "Quien diría que pedir ayuda a los pájaros sería la solución."

Finalmente, decidieron regresar al parque a jugar algo más mientras esperaban la reacción de los pájaros. Sin embargo, al volver, se dieron cuenta de que todos sus amigos estaban buscando la pelota en el área de juego, y no sabían dónde había ido a parar.

"Che, ¿cómo se les ocurre perder la pelota así?" - preguntó uno de los amigos. "¿No la vieron?"

Marcos, decidido a no asumir toda la culpa, les explicó la situación. "La tiramos al árbol por accidente y estamos esperando que los pájaros nos la devuelvan."

Todos se rieron de la ocurrencia, y se unieron a la espera. Pasó un rato, y de repente, un grupo de aves comenzó a revolotear alrededor del árbol. Todos miraron con asombro.

"¡No puede ser! ¡Los pájaros están volando hacia la pelota!" - gritó un amigo emocionado.

Para sorpresa de todos, uno de los pájaros más atrevidos se acercó a la pelota y, con un pequeño giro, la hizo caer del árbol. Marcos y Lucas gritaron de emoción mientras la pelota caía al suelo.

Marcos miró a Lucas y dijo: "¡Increíble! ¡Tuvimos éxito con nuestro cartel!"

Y así, aprendieron que las travesuras pueden llevar a situaciones imprevistas, pero que trabajar en equipo y ser creativos puede resolver cualquier problema. Desde ese día, Marcos y Lucas se volvieron grandes amigos y juntos idearon muchas más locuras en el parque, siempre recordando la lección de su gran aventura.

"¡Más vale pedir ayuda que rendirse!" - dijo Lucas mientras pateaban la pelota juntos para continuar la diversión.

Y así, los días de juego continuaron, llenos de risas, amistad y pelotas voladoras.

FIN.

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