Margarita en París



Era un hermoso día de primavera cuando Margarita y sus papás llegaron a París. El aroma de las flores llenaba el aire y las calles estaban adornadas con luces brillantes. Margarita tenía muchas ganas de explorar la ciudad de la Torre Eiffel, los museos y los deliciosos croissants.

"¡Mamá, papá! ¿Podremos ver la Torre Eiffel primero?" - preguntó Margarita con ojos brillantes.

"Claro, cariño. Esa será nuestra primera parada", respondió su mamá con una sonrisa.

Caminaron por las calles de París, disfrutando cada momento. Margarita se asombraba con cada paso que daba. Los edificios eran hermosos y llenos de historia. Al llegar a la Torre Eiffel, los ojos de Margarita se abrieron como platos.

"¡Es aún más grande de lo que imaginaba!" - exclamó.

"Y si subimos, ¡tendremos una vista increíble de la ciudad!" - dijo su papá, entusiasmado.

Margarita asintió y juntos se formaron en la fila. Pasaron un rato esperando, pero Margarita estaba demasiado emocionada para aburrirse. Finalmente, llegaron al ascensor y, mientras subían, sentía mariposas en su estómago.

"¡Mirá cómo se ve todo desde aquí arriba!" - gritó Margarita al ver la ciudad desde las alturas.

Sin embargo, de repente, el ascensor se detuvo. Todos miraban confundidos.

"¿Qué pasó?" - preguntó Margarita.

"Parece que hubo un pequeño problema técnico", explicó el operador del ascensor. "Pero no se preocupen, están seguros. Solo necesitamos esperar un momento."

Pasaron algunos minutos y, aunque el corazón de Margarita latía rápido, decidió ser valiente.

"Si pudiéramos hacer un dibujo ahora, ¿qué les gustaría dibujar?" - sugirió, tratando de que todos se sintieran mejor.

"¡Podemos dibujar la vista!" - sugirió su papá.

Así que sacaron papel y lápices de colores y comenzaron a dibujar lo que veían. Margarita pintó la Torre Eiffel con un sol brillante y algunas nubes esponjosas. Sus padres también se concentraron en la tarea.

Cuando por fin el ascensor volvió a funcionar, todos estaban en un excelente ánimo gracias a sus dibujos.

"¡Lo hicimos! Ahora tenemos algo memorable que recordar de esta aventura!" - dijo su mamá mientras todos miraban sus obras de arte.

Cuando salieron del ascensor, Margarita se sintió llena de alegría y ese pequeño obstáculo había hecho su viaje más especial. Después de disfrutar la vista, decidieron visitar el famoso Louvre. Al entrar, Margarita se sintió como un verdadero explorador.

"¡Miren, mamá, papá! ¡La Mona Lisa!" - exclamó mientras se acercaban a la obra maestra.

"Es hermosa, ¿te gustaría aprender más sobre ella?" - le preguntó su papá.

"¡Sí, por favor!" - respondió Margarita.

Mientras aprendían sobre las historias detrás de las obras de arte, Margarita comprendió que cada pintura tenía su propia historia, al igual que la Torre Eiffel.

"El arte cuenta historias, al igual que nosotros cuando viajamos," - dijo su mamá, acariciando su cabello.

Margarita se dio cuenta de que, aunque cada giro en su historia era inesperado, siempre había algo hermoso al final. Después de visitar el museo, fueron a disfrutar de unos deliciosos crepes en una pequeña cafetería.

"¡Son los mejores del mundo!" - dijo Margarita mientras saboreaba su crepe de Nutella.

"Definitivamente vale la pena la espera," - comentó su papá, riendo.

A medida que avanzaba su viaje, Margarita se dio cuenta de que, aunque había desafíos, la forma en que los enfrentaban juntos los hacía más fuertes. Regresaron al hotel cansados pero felices, y Margarita sabía que esta aventura en París sería un recuerdo que siempre llevaría en su corazón.

"¿Cuándo volveremos a viajar juntos?" - preguntó al final del día.

"Siempre que podamos, ¡será una nueva aventura!" - respondió su mamá.

Con una sonrisa en su rostro y sueños de futuros viajes, Margarita se quedó dormida imaginando todos los lugares que aún le quedaba por conocer.

Y así, entendió que cada viaje trae consigo sorpresas, enseñanzas, y sobre todo, mucho amor en familia.

FIN.

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