Margarita y la Estrella Brillante



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Margarita. Ella era una niña alegre, llena de curiosidad, pero a veces se sentía sola. Su abuela Rocío, una mujer sabia que siempre sabía cómo contar las mejores historias y hacer los mejores dulces, había partido a un lugar lejano. Aunque Margarita la extrañaba mucho, cada noche, miraba al cielo y le prometía que nunca olvidaría las enseñanzas de su abuela.

Una noche especialmente clara, mientras observaba las estrellas desde su ventana, vio una estrella que brillaba más que las demás. Era una estrella que parecía parpadear, como si le hiciera guiños. Intrigada, Margarita susurró:

"Abuela Rocío, ¿eres tú?"

Para su sorpresa, una suave brisa acarició su rostro, y Margarita sintió un extraño alivio en su corazón. Esa noche, la estrella brillante se convirtió en su amiga y confidente.

A la mañana siguiente, Margarita se levantó con una energía renovada. Decidió que debía hacer algo especial para recordar a su abuela. Comenzó a trabajar en un proyecto: quería construir un hermoso jardín lleno de flores, tal como su abuela había hecho en su casa. Pero había un problema: tenía que encontrar las semillas adecuadas.

Margarita decidió visitar a Don Manuel, el jardinero del pueblo, quien siempre tenía las plantas más coloridas y fragantes.

"Don Manuel, necesito semillas para un jardín hermoso. ¿Podés ayudarme?"

El anciano sonrió y le contestó:

"Por supuesto, Margarita. Pero estas semillas especiales necesitan mucha energía, amor y cuidado. Solo una persona de gran corazón las podrá hacer crecer."

Margarita se sintió halagada y aceptó el desafío. Don Manuel le dio semillas de girasoles, rosas y lavandas. Pero hubo algo más. Le dijo:

"Y recuerda, Margarita, siempre debes conversar con ellas, como hacías con tu abuela."

Emocionada, Margarita volvió a casa y comenzó a plantar las semillas. Cada día, mientras regaba sus pequeñas plantas, charlaba con ellas:

"Hola, mis queridas flores. Ustedes son el regalo de mi abuela. Quiero que crezcan fuertes y bellas."

A medida que pasaban las semanas, Margarita se dio cuenta de que los brotes comenzaban a asomar. Pero no todo fue fácil. Un día, una pesada tormenta llegó al pueblo, y Margarita se asustó. Las fuertes ráfagas de viento parecían querer arrancar sus pequeñas plantas. Pero, de repente, recordó la estrella brillante.

"Abuela Rocío, ayúdame. ¡Tengo miedo!"

Una luz brillante iluminó el cielo, y en ese momento, Margarita sintió una calidez en su corazón. Sintió que su abuela la estaba cuidando desde el cielo, dándole la fuerza necesaria para enfrentar la tormenta. Con determinación, salió corriendo hacia el jardín.

Con sus pequeñas manos, intentó proteger las plantas del viento. La tormenta finalmente pasó, y cuando Margarita salió a revisar su jardín, descubrió que, aunque habían sufrido un poco, sus flores estaban de pie.

"¡Lo hicieron! Están vivas y son fuertes, como yo!"

El verano llegó y el jardín de Margarita floreció como un arcoíris. Había rosas rojas, girasoles amarillos y lavandas moradas. El vecindario vindo un hermoso espectáculo que trajo alegría a todos.

"Esto es mágico, Margarita. Tu abuela estaría tan orgullosa de vos" - comentaron sus vecinos, que venían a visitar el jardín.

Margarita sonrió, sabiendo que la estrella brillaba aún más esa noche, y que su abuela, desde el cielo, estaba cuidando de ella.

Y así, Margarita aprendió que, aunque a veces las cosas pueden parecer difíciles y solitarias, siempre hay amor y apoyo a nuestro alrededor, incluso en los momentos más oscuros. Decidió compartir su jardín con los demás, invitando a sus amigos a disfrutar de las flores y contar historias, justo como lo hacía su abuela.

Al final, Margarita descubrió que, aunque su abuela no estaba físicamente con ella, su amor y enseñanzas siempre estarían brillando como estrellas en su corazón.

FIN.

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