María Dolores y la Aventura de Romanito



Había una vez en un pueblo muy lejano, una niña llamada María Dolores. Era una niña muy inquieta y un poco pesada, siempre llenando de energía el aire a su alrededor. Su perro, Romanito, era su mejor amigo y juntos hacían travesuras por todas partes. Sin embargo, María Dolores solía molestar a su mamá pidiendo salir a jugar con Romanito en lugar de hacer los deberes.

Un día, en el jardín de su casa, María Dolores, agotada de esperar a que su mamá le diera permiso, decidió que estaba cansada de rogar.

"¡Mamá, por favor! Solo quiero dar una vuelta con Romanito. ¡No es justo!", gritó, cruzando los brazos.

Su mamá, que estaba en la cocina, la escuchó y le respondió:

"María Dolores, tenés que terminar tus tareas primero. No podés salir sin hacer los deberes."

Atrapada entre sus deseos y las normas, María Dolores se echó a llorar en el piso. Romanito, al verla así, se acercó y la lameó con su lengua suave.

"¡Ay, Romanito! ¿Por qué tengo que ser tan obediente?", se quejó.

Pero ese día algo inesperado sucedió. Mientras lloraba, un pequeño pájaro de color brillante voló sobre ella. Se posó en el borde de la ventana y la miró con curiosidad.

"¿Por qué lloras, niña?", le preguntó el pájaro.

María Dolores, sorprendido por el diálogo, secó sus lágrimas y le dijo:

"Quiero salir a jugar con Romanito, pero mi mamá no me deja porque no hice mis tareas."

El pájaro reflexionó y le respondió:

"A veces, las cosas que más queremos requieren un poco de esfuerzo. ¿Por qué no haces tus tareas rápido y luego podrías jugar?"

María Dolores pensó en las palabras del pájaro.

"Tenés razón. Si hago mis tareas rápido, puedo salir a jugar con Romanito en un rato."

Ese día, se levantó de la tierra donde había estado llorando y corrió al interior. Con esfuerzo y dedicación, terminó todos sus deberes. Cuando su mamá entró a ver cómo iba, se sorprendió.

"¡María Dolores! ¡Lo hiciste! Estoy orgullosa de vos", dijo su mamá.

María Dolores, radiante, sonrió.

"¿Puedo salir ahora? ¡Por favor!"

Su mamá asintió, y sin perder tiempo, María Dolores salió al jardín, junto a su amigo Romanito, quien brincaba de alegría.

Una vez afuera, se sintió libre como el pájaro que la había inspirado. Jugaron juntos durante horas, corrieron por el campo y exploraron cada rincón del jardín.

"Mirá, Romanito, a veces las cosas que más queremos requieren que hagamos un esfuerzo. ¡Y valen la pena!", exclamó María Dolores feliz.

Al día siguiente, María Dolores continuó con su nueva rutina. Hacía sus deberes rápido para poder disfrutar de la compañía de Romanito. Aprendió que ser responsable es clave para conseguir lo que desea.

Y así, María Dolores y su inseparable Romanito vivieron muchas aventuras, siempre recordando que un poco de esfuerzo puede llevar a grandes recompensas.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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