María Isabel y su bolsa de caca
Era un día soleado en el barrio de María Isabel. Con su mochila a cuestas y una sonrisa, decidió dar un paseo por el parque. Sin embargo, ese día traía una sorpresa: una bolsa de caca. Nadie sabía qué había dentro de ella, pero cada vez que la chica pasaba, la gente se preguntaba curiosamente:
"¿Qué llevará en la bolsa?" - murmuraban los niños.
María Isabel caminaba con firmeza, sintiendo la mirada de todos sobre ella. Las personas la felicitaban por su valentía, y los más pequeños la seguían preguntando:
"¿Me dejás mirar?" - decía una niña curiosa.
María Isabel, con una sonrisa en el rostro, les respondió:
"No, no puedo, es un secreto especial."
Intrigados, los niños decidieron seguirla en su paseo. A medida que caminaban, María Isabel les habló sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, de no tirar basura en el parque y de valorar la naturaleza. Les decía cosas como:
"Cuando tiramos basura, lastimamos a los árboles y a los animales. Y eso no es justo."
Los niños escuchaban atentamente, sorprendidos por lo que decían las palabras de María Isabel.
De repente, María Isabel se detuvo en un lugar cuyo césped estaba cubierto de basura. Las botellas, papeles y envoltorios se acumulaban, y a la vista estaba la fea realidad de los desechos.
Con una determinación sin igual, María Isabel levantó la bolsa y les dijo a los niños:
"Esta bolsa no contiene nada malo. La llevé para llenarla de toda esta basura que deberíamos cuidar. ¿Me ayudan?"
Los ojos de los niños se iluminaron. Juntos, se pusieron a recoger cada uno de los residuos del parque. La bolsa, al principio vacía, empezó a llenarse y, con cada objeto que recogían, María Isabel comentaba:
"Esto no le hace bien a nuestro hogar, el planeta. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia."
Pasaron los minutos y, al finalizar la tarea, la bolsa estaba repleta de basura. Los niños se miraban entre sí con orgullo, sabiendo que habían logrado limpiar una parte del parque.
"¡Mirá lo que hicimos!" - gritó uno de los chicos.
María Isabel sonrió, y sin dejar de mirar la bolsa llena, preguntó:
"¿Ahora saben qué lleva en la bolsa?"
Los chicos pensaron, intrigados, y finalmente respondieron:
"¡Caca!"
Rieron a carcajadas, entendiendo que la bolsa había sido realmente para recoger toda la suciedad del lugar. María Isabel se unió a las risas, pero enseguida explicó:
"No sólo es caca física. Es el símbolo de todas las cosas que ensucian nuestro mundo. Pero si somos responsables, podemos limpiar nuestro entorno."
Los niños comenzaron a entender la verdadera lección. A partir de aquel día, decidieron formar un grupo, el ‘Grupo del Cuidado’, y se comprometieron a mantener el parque limpio cada vez que jugaran allí.
María Isabel se despidió de ellos, sintiendo una gran alegría. Había transformado su bolsa de caca en una herramienta de cambio. Las sonrisas de los niños salieron brillando, así como sus corazones, sabiendo que podían hacer la diferencia en el mundo.
El recorrido de María Isabel se difundió en el barrio, uniendo a jóvenes, adultos y niños en torno a la idea de cuidar su entorno, mostrando que cada pequeña acción cuenta. Y así fue como una bolsa de caca se volvió un símbolo de cambio de las cosas injustas, demostrando que la preocupación por el planeta comienza en uno mismo. La historia de María Isabel y su bolsa de caca terminó siendo un ejemplo que todos comenzaron a seguir, creando un entorno más limpio y armonioso para todos.
Y así, de una pequeña acción, María Isabel se convirtió en una heroína de su comunidad, inspirando a otros a ocuparse de su hogar, el planeta Tierra.
FIN.