María, la princesa dragón
Había una vez, en un reino muy lejano, una pequeña princesa llamada María. Ella vivía en un hermoso castillo junto a sus padres, el rey y la reina. María era diferente a las demás princesas.
Tenía una peluca mágica que le daba poderes especiales. Pero lo más sorprendente de todo es que su peluca podía transformarse en un dragón cada vez que ella lo deseaba.
Un día, mientras María exploraba los alrededores del castillo con su fiel amiga, la mariposa Violeta, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque. Curiosas como siempre, se adentraron en él para descubrir qué estaba ocurriendo.
Al llegar al origen del ruido, encontraron a un grupo de animales asustados por un malvado lobo que los amenazaba. Sin pensarlo dos veces, María decidió usar su peluca mágica para convertirse en dragón y ahuyentar al lobo.
"¡No te atrevas a hacerles daño!"- rugió el dragón María mientras lanzaba llamaradas de fuego hacia el lobo. Este se asustó tanto que salió corriendo despavorido. Los animales quedaron impresionados y llenos de gratitud hacia la valiente princesa-dragón. Desde ese día, todos ellos la consideraron su protectora y amiga.
Pero no todo era paz en el reino. Un gigante malvado había llegado con intenciones de apoderarse del castillo y robar todas las riquezas del rey.
Cuando María se enteró de esto, decidió enfrentar al gigante para proteger a su familia y a su hogar. Con valentía, se transformó en dragón y voló hacia el lugar donde el gigante se encontraba. "¡No permitiré que hagas daño a mi reino!"- exclamó María mientras lanzaba fuego hacia el gigante.
Pero este era muy fuerte y no se asustaba fácilmente. María tuvo que usar toda su astucia y habilidad para derrotarlo. Utilizó sus llamaradas de fuego para debilitarlo, luego lo hizo tropezar con unas rocas cercanas hasta que finalmente cayó al suelo rendido.
El rey y la reina estaban muy orgullosos de María por haber salvado el castillo una vez más. A partir de ese día, todos en el reino reconocieron la valentía y bondad de la princesa-dragón.
Pero lo más importante es que María aprendió una gran lección: no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos usar nuestras cualidades especiales para ayudar a los demás y hacer del mundo un lugar mejor.
Desde aquel momento, María siguió usando su peluca mágica cada vez que alguien necesitaba ayuda en el reino. Se convirtió en una heroína querida por todos, demostrando que ser diferente es algo maravilloso cuando lo utilizamos para hacer el bien.
Y así, la historia de María princesa castillo peluca dragón llegó a oídos de muchos niños del reino quienes aprendieron que las diferencias son oportunidades para brillar y dejar huella en el mundo.
FIN.