María, la valiente pastora del altiplano



Había una vez una niña llamada María, que vivía en el hermoso altiplano boliviano. María era huérfana, pero a pesar de eso, tenía un corazón lleno de valor y determinación.

Todos los días, ella pastoreaba sus ovejas cerca del majestuoso Lago Titicaca. Un día soleado, mientras María guiaba a sus ovejas por las montañas, se encontró con un sendero desconocido. Curiosa como siempre, decidió seguirlo para ver adónde la llevaría.

Pero a medida que avanzaba, el camino se volvía cada vez más complicado y confuso. Pronto se dio cuenta de que estaba perdida en medio de las montañas. El sol comenzaba a ocultarse y la oscuridad envolvía todo el paisaje.

Aunque asustada, María sabía que no podía rendirse. Con valentía y determinación, buscó refugio entre unas rocas para pasar la noche. Mientras tanto, en el pueblo cercano al lago Titicaca, los habitantes comenzaron a preocuparse por la desaparición de María.

Decidieron formar equipos de búsqueda para encontrarla lo antes posible. Al amanecer siguiente, María se despertó sintiéndose frágil y desanimada. Sin embargo, recordando su coraje interior, decidió continuar su búsqueda hacia casa.

Siguiendo su instinto e intuición caminó por las montañas tratando de encontrar algún rastro familiar. De repente escuchó un débil balido proveniente de una pequeña cueva escondida entre las rocas cercanas. Corrió hacia allí y descubrió que uno de sus corderitos se había quedado atrapado.

María, con cuidado y paciencia, logró liberarlo y abrazó a su amiguito como si fuera un tesoro. Justo en ese momento, escuchó voces familiares llamándola desde la distancia. Eran los equipos de búsqueda que habían llegado hasta allí para encontrarla.

María, llena de alegría y alivio, corrió hacia ellos. Todos estaban emocionados por haber encontrado a María sana y salva. La noticia se extendió rápidamente por el pueblo y todos celebraron el regreso seguro de la valiente niña.

Desde aquel día, María se convirtió en una inspiración para todos en el pueblo. Aprendieron que nunca deben rendirse ante las adversidades y que siempre hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.

María también aprendió una lección importante: nunca debe aventurarse demasiado lejos sin tener un plan o perderse en el camino equivocado. Pero sobre todo, comprendió que dentro de ella había un poderoso espíritu valiente capaz de superar cualquier obstáculo.

A partir de entonces, María siguió pastoreando sus ovejas cerca del Lago Titicaca con mayor precaución pero sin perder su sentido de aventura.

Y cada vez que alguien necesitaba un poco de coraje extra, solo tenían que recordar la historia de esa niña valiente perdida en las montañas del altiplano boliviano.

FIN.

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